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Inventario de fin de año

VERITAS VINCIT ·

Pensaba evitar la crítica política por ser mi primer artículo de 2021, pero no he podido resistir la tentación

Lunes, 11 de enero 2021, 08:22

Recién licenciado en Ciencias Económicas tuve mi primer empleo en una importante empresa de venta de vehículos a motor en la que, acabando el año, comprobé que la sección de recambios se había cerrado durante unos días para el inventario anual. Deseoso de demostrar mis conocimientos, me entrevisté con el jefe de la unidad, un leal, antiguo y eficiente empleado; quería saber por qué no utilizaban la técnica de la permanencia en inventario en vez de la obsoleta del inventario fin de año que obligaba a cerrar la sección con el perjuicio que ello ocasionaba a empresa y clientes. Unos minutos me demoré en explicarle en qué consistía mi propuesta. Terminada mi disertación, el tipo dio la ultima calada a su cachimba y me preguntó: «¿Con ese novedoso procedimiento se encuentran las piezas perdidas?». «No, se sabe las que faltan y hay que reponerlas», contesté. «Pues para ese viaje sobran alforjas», me replicó y hasta su jubilación se mantuvo el vetusto procedimiento.

Como cada año, esta Navidad no han cesado las felicitaciones. Por mi parte, deseo a los lectores un 2021 repleto de salud, paz, alegría y algo más de fuerza en el 'canut'; que nadie se alarme, los labradores valencianos llevaban sus duros de plata en una gruesa caña vacía así llamada, no me sean mal pensados.

Además de los cumplidos, quisiera hacerles una sugerencia: ¿qué les parece si, aprovechando el comienzo de un nuevo ciclo, hacemos inventario de fin de año para comprobar lo que a lo largo de nuestra vida hemos ido perdiendo, y, en la medida de lo posible, vamos reponiendo lo perdido? Ahí va mi listado: saludar con educación a todo aquel con quien nos crucemos; el respeto a los que opinan en contrario; el honor a la palabra dada; el desprecio a la mentira y a los que han hecho de ella un instrumento para alcanzar y mantener cualquier tipo de poder; la atención a los mayores; el gusto por la libertad sabiendo que su limitación empieza donde acaba la del otro; la responsabilidad en nuestro trabajo y comportamiento; la caridad bien entendida sin aspavientos, con generosidad y eficacia; el cuidado de la naturaleza sin exageraciones; la atención a la salud, la nuestra y la de aquellos que nos rodean; el escuchar a los que saben para aumentar nuestro conocimiento; la moderación en el consumo, que no es la base de la felicidad. Para los católicos añadiría el amor al prójimo, alguna que otra visita a la iglesia y la Santa Misa los días de precepto. Además de la bendición de la mesa, el examen de conciencia al acabar el día y una oración sabiendo que Nuestro Padre y Nuestra Madre serán propicios a los ruegos siempre que sean sinceros y honestos.

Si alguno de mis lectores cree que son muchas reposiciones puede escoger las que le plazca, añadir otras, o irlas reponiendo de poco en poco.

Pensaba evitar la crítica política por ser mi primer artículo del año, pero no he podido resistir la tentación. Ahora resulta que don Sánchez sabía que el ministro Illa, cuyo único bagaje de gestión ha sido ser alcalde de un pueblo con la mitad de habitantes que nuestra querida pedanía de El Palmar, no valía casi nada, pero le servía como mediador con los independentistas que tanta falta le hacen para seguir durmiendo en La Moncloa. «Tú un ratito en el despacho ministerial y un muchito trabajando a los socios catalanes», le ordenó cuando le concedió la cartera. Por eso nunca pensó en cesarlo a pesar de sus sonados fracasos: el último, la desastrosa ausencia de un plan nacional para la vacunación. Y ahora, en plena pandemia, cuando estamos inmersos ya en una tercera ola y se temen las inciertas consecuencias de la mutación del virus inglés, sin saber cuándo nos vacunarán –a este ritmo sospecho que no antes del 2032–, manda al inútil ministro a Cataluña a ver si los catalanes se caen del guindo y premian su gestión, incluyendo lo de la salvífica y mal administrada vacuna que parece la han parido al alimón don Sánchez y don Illa con el asesoramiento científico de don Simón. Conclusión: al presidente del Gobierno le importa una higa la salud de los españoles.

No quería meter el dedo en la llaga, pero imposible resistirme a la influencia del Maligno, la carne es débil. Mientras que ustedes hacen inventario y deciden la reposición, yo haré penitencia y esta noche, durante diez minutos ,conectaré con TV1. Por nadie pase.

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