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Miguel Strogoff tuvo que atravesar Siberia para avisar al hermano del zar de los planes de Ogareff y de la invasión tártara. Habían cortado los cables telegráficos para impedir la comunicación entre el zar y el Gran Duque. De Moscú a Irkutsk hay unos 4.200 kilómetros. De La Moncloa a la Puerta del Sol, menos. Y no estamos en una novela de Julio Verne ni en tiempos de Alejandro II, aunque la peste y su gestión sean novelescas. ¿A qué vienen las cartitas cuando la urgencia es médica, y no sólo en Madrid? Pero ahí está Sánchez con su misiva a Ayuso. Se ven el lunes, sin prisa. Dice Fernando Simón, para justificar su excursión deportiva con Calleja, que necesitaba vacaciones, que no daba para más. ¿Y Ayuso da para más? Encima Sánchez la trolea epistolarmente en público. A veces llegan cartas con olor a espinas que no son románticas. Una tontuna a la altura del desastre en el que participan todos los que tienen responsabilidades de gobierno.
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