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Cuando los datos no consiguen matar el relato, suele ser porque más que relato es mito, atavismo o dogma de fe¿Os acordáis de Gabriel Plaza? Hablo del chaval que sacó la semana pasada la mejor nota en la Ebau de la Comunidad de Madrid. ... Y del escándalo que produjeron sus declaraciones de después, anunciando que quería estudiar Filología Clásica. Igual ya ni os acordáis, la actualidad es de usar y tirar. Mejor para el pobre Gabriel, a quien le cayó una tormenta de collejas en la polémica. Que me perdone por seguir con el tema en la cabeza. Recordemos: 'trolls' de derecha comparecen para criticar al chaval, y de paso al conjunto de su generación, por «no querer emprender» y «preferir la comodidad del funcionario», cosa que nos está convirtiendo en «un país fallido». Con los excesos habituales: que si para qué sirven las Humanidades, que si a ese lo ponía yo a picar piedra, etc. Pero quedémonos en el qué del debate. Sale otra gente a defender a Plaza. Traen datos: que España es uno de los países de la UE con menos funcionarios y más autónomos, y que tal vez el problema reside en la hipertrofia del sector inmobiliario y el rentismo.
Cuando alguien pronuncia la palabra maldita, esa que empieza por 'funcio' y termina por 'nario', algunas mentes visualizan buscaminas, desayunos de tres horas y bajas por alopecia. Yo veo, claro, a mi mujer, que era enfermera. Y aprovecho para recordar por aquí que los profesionales de la enfermería de nuestro país están entre los más preparados del mundo, que en pocos países hay grado universitario y que a los nuestros –vocacionales y formadísimos– se los rifan en el exterior. Son una de las claves de que nuestra Sanidad pública sea de las mejores y más eficientes del planeta. Hace apenas dos años, mientras nos sacaban las castañas del fuego en lo peor de la pandemia, les aplaudíamos desde los balcones. Ahora parece que están convirtiendo España en un país fallido con su indolencia y falta de espíritu emprendedor. En esas comunidades autónomas que más están pisando el acelerador de la privatización y la precarización sanitaria, que son Madrid, Andalucía y Murcia, se les despide a miles. Sin coste político, más bien al revés.
Cuando los datos no consiguen matar el relato, suele ser porque más que relato es mito, atavismo o dogma de fe. Un poco de cada cosa flota en el caldo de esa versión hispánica del '¡Es la economía, estúpido!' (la idea-fuerza que hizo caer el Gobierno de Bush padre en unas elecciones que parecían decididas a su favor), que hierve cada vez que asoma una crisis y que suele llevar al Partido Popular a La Moncloa. Los resultados de Madrid y Andalucía sugieren (más bien gritan) que ese va a ser el menú.
No todo es malo: la receta económica desplaza a la ultraderecha, y por ejemplo en Murcia nos hace soñar con un gobierno autonómico friqui-free. Pero no todo es bueno. Los ingredientes atávicos de esta exitosa olla anticrisis se remontan al desarrollismo de los 60 y 70, ese 'milagro español' del 600 y el apartamento en Torremolinos que parece pervivir con su tufo neofeudal en nuestro inconsciente colectivo y nos hace demasiado tolerantes al clientelismo, la corrupción, la desigualdad, los pelotazos y la depredación del medio ambiente. Si trae perras, hágase la voluntad del señor. Y si no las trae, también. Un paisaje mental más bien anacrónico en la Europa del siglo XXI y que explica bastantes cosas. La Manga. La interinidad del CGPJ, caducado desde 2019 y hasta cuando haga falta. La idolatría hacia oscuros magnates como 'don' Amancio o 'don' Florentino. Los vertidos al Menor. Felipe VI. La 'Gürtel'. Los comisionistas de ilustres apellidos. Etcétera.
Pero hay más anacronismos en la receta ganadora de Feijóo. El dogma de fe de las privatizaciones, los recortes y las bajadas de impuestos ya caducó, por nefasto e ineficaz, tras la crisis financiera de hace tres lustros, pero aplicar ese mismo catecismo al contexto actual es ceguera pura. Mientras Occidente se prepara para reforzar el refugio nación frente al derrumbamiento de la globalización (no, la energía barata no volverá por ciencia infusa tras el Gobierno 'socialcomunista', suélteme el brazo, haga el favor), mientras Europa replantea su mercado eléctrico y aprueba nuevos impuestos a los beneficios extraordinarios, por aquí le compramos a la derecha un folleto amarillento sobre las virtudes del libremercado. El desgaste del Ejecutivo en esta situación es comprensible, pero sería deseable una alternativa algo menos dogmática, o corremos el riesgo de acabar como el que confundió el bronceador con la crema solar. Siempre podría ser peor, eso sí. Me dicen por el pinganillo que Teodoro García Egea ha reaparecido. Dando charlas –flipa– sobre las virtudes de las criptomonedas. Da hasta cosica el pobre. El Internet Explorer del Partido Popular.
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