El presidente, el embajador y dos caballos de Troya

Más grave aún es que el presidente Sánchez haya asumido con frecuencia ese papel de caballo de Troya que fragiliza a nuestro país y su unidad. Yo empecé a verle el plumero cuando en su programa electoral de 2016, que constaba de 18.000 palabras, tenía espacio para dedicar 56 a la cooperación con África, 50 a la economía circular, 184 al gobierno cooperativo, 1.000 a la igualdad y a Cataluña, y por supuesto de forma críptica, 5. Han leído bien ¡CINCO! palabras de 18.000 al mayor problema de España. Ya en el poder, Sánchez se vino arriba en su veta quinta columnista. Doy ejemplos:

Borrell, como cualquier diplomático, sabía que las representaciones catalanas en el extranjero se dedicaban, desde hace unos veinte años, mucho más que a promover la cultura o los productos catalanes a desprestigiar a España, a vender que a Cataluña se le roba y asfixia y que aquí no hay democracia. En consecuencia, Borrell presentó un recurso para detener la apertura de nuevas oficinas catalanas «porque actúan como una estructura de Estado al servicio de un proyecto independentista».

Borrell emigró a Bruselas y Sánchez, el supuesto defensor de nuestra unidad, se apresuró a conceder los permisos de apertura. El caballo de Troya avanza al trote.

Sánchez indulta a los golpistas catalanes (el caballo relincha ufano) en claro contraste con lo que hizo Calvo Sotelo con los golpistas de 1983. Don Leopoldo recurrió la primera sentencia por ser leve y los golpistas cumplieron una pena mayor. Sin indultos. Buen ejemplo de que la derecha es respetuosa con la constitución.

Nuestro presidente modifica el Código Penal, sedición, malversación... para hacer un traje a medida de los separatistas en caso de que sean reincidentes. Además intenta justificarlo, falazmente, inventando que es para equipararnos a los países europeos. Falso. El caballo piafa.

Sánchez promete a Puigdemont que regrese, habrá un paripé y será indultado en un mes.

Un embajador destacado, Morenés en Washington, sale al paso de infundios que Torra vierte en Estados Unidos sobre España y cuando un periodista pregunta a Sánchez su reacción contesta que no es el momento de crear problemas con los catalanes. El caballo se revuelca gozoso mientras los diplomáticos españoles concluyen que si un separatista se cisca en España mejor no involucrarse. ¡Que la defienda Txapote!

Sánchez monta una mesa de diálogo de igual a igual con los separatistas (¿y por qué no una con Murcia y Almería para hablar del agua, algo que no atenta contra la constitución?) para hablar de todo ( incluido el referéndum, por supuesto). El caballo se encabrita como si viera una yegua en celo.

Podríamos seguir, el corcel tóxico de los independentistas es a menudo llevado de la brida por Sánchez porque teme que si se espanta, su permanencia en el poder peligre. El presidente seguiría dándole cebada ecológica si necesitara el voto de dos diputados islamistas, sección Bin Laden, que llevarán en su programa que el antiguo reino de Granada debe volver al seno musulmán. Esto es la Biblia y el Corán.

Hace días aprendimos que nuestro representante en Naciones Unidas, embajador de día, tramposo o fullero de noche, se ha venido dedicando en los últimos años a escribir constantemente artículos con un pseudónimo en los que cuestiona una y otra vez el orden constitucional, ataca al sistema del 78, «un régimen de agobiantes límites», demole el concepto territorial del Estado, alabando el referéndum chapuza catalán, es despectivo con la monarquía y demole la participación en la OTAN y la Unión Europea a la que también trata con desdén.

Los izquierdófilos, escasos en este caso, que enarbolan la libertad de expresión, olvidan que esta es sagrada, pero que estamos hablando de un funcionario en ejercicio que ocupa un puesto altamente representativo. No puede, ni con otro alias, denigrar con empeño al gobierno y a la constitución del país que representa. Defender de día una cosa y denigrarla de noche es un ejercicio de un trilero, de un tramposo. Algo que no debe hacer un representante de España. Si estaba tan incómodo con su trabajo diario, debía dimitir por mucho que le arrullase el sueldo y las prebendas de la embajada. Como señala Florentino Portero, un funcionario debe ser profesional y leal al Gobierno, si el Gobierno lo nombró en la ONU, no habiendo destacado en el pasado, era por la confianza, «por ser uno de los suyos».

Yo pensaba que al quintacolumnista Sanchez le había salido un caballito de Troya adverso, que minaba la labor de su gobierno panfletariamente, pero Portero me hace reflexionar. En primer lugar, ¿era lo que escribía el funcionario Santos Marhacer tan diferente de la actitud del Gobierno o coincidía en mucha medida con lo que sostenía el ala podemita, que pasmaba a nuestros aliados, y en no poca a los deseos del propio Sánchez con sus concesiones a los independentistas, sus bocados a la Constitución (cierre inconstitucional del Congreso, esfuerzos por domar a la Fiscalía y la Abogacía del Estado...) y bochornoso mantenimiento en el cargo de un subordinado que dice que debemos más a los herederos de ETA que a los patriotas la derecha? La similitud existe.

En segundo lugar, ¿es creíble que el Gobierno ignorara lo que durante cinco años escribía su representante en la ONU? No. El CNI no es ciego sino eficaz. Ciertos servicios de prensa también. Son muchos años y muchos artículos troskistas para pasar desapercibido. ¿Por qué no lo cesó? ¿Porque no lo consideraba un caballo de Troya sino una voz, enana pero útil?