Milei y Sánchez: el fin y el principio

No creo que Sánchez insensatamente dé un paso casi sin precedentes con un país iberoamericano. España probablemente podría perder más que ganar. En su airada respuesta al discurso de Milei en Madrid hay un 20% de comprensible reacción ante la alusión del argentino, aun sin mencionarla, a Begoña Gómez, un 40% de cinismo sanchista marca de la casa y un 40% de cálculo electoral, acertado o equivocado.

Me explico: aunque el Gobierno ha permanecido indiferente en el pasado reciente cuando algún dirigente americano (Maduro, Petro, Chaves...) profería afirmaciones más graves contra España y su pasado y ahora, sin embargo, se siente increíblemente vejado por la alusión a la señora de Sánchez. Uno ha de comprender, dentro de unos límites, el disgusto, magnificado taimadamente, del presidente.

Lo del cinismo viene porque Sánchez se rasga lacrimosamente las vestiduras por sentirse insultado cuando en realidad es él quien comenzó a insultar. La cascada de bofetadas que en el pasado propinó a Milei es conocida:

–Sánchez participa en la campaña electoral argentina atacando a Milei y en apoyo de su rival.

–Cuando Milei gana democráticamente la elección con un 56% del voto no lo felicita ni escuetamente. El gesto descortés es una primicia histórica.

–Otra primicia es que el Rey acuda a la toma de posesión sin estar acompañado de un ministro del Gobierno, como es habitual.

–Otra: un ministro de la confianza de Sánchez llamado Óscar Puente dice en público algo no precisamente cortés: el presidente argentino se droga. Casi nada. Su jefe ni lo cesa ni le reprende. Hasta hay risitas dentro del gabinete. («Este Óscar es bruto pero ingenioso...»).

–Diversos ministros del Gobierno hacen comentarios peyorativos cuando Milei viene a España en visita privada.

Llega entonces la sorpresa. El presidente argentino, había que intuirlo, no se arruga y responde. Lenguaraz, en el mitin de Vox ataca sin nombrarlo a Sánchez aludiendo a la «corrupta» de su esposa. La afirmación del argentino, que se pasa un pueblo, basta que hubiera antepuesto la palabra 'presuntamente' dado que, en efecto, las firmas en dos documentos y la cátedra de la señora Gómez son al menos poco decorosas y censurables, levanta la indignación de los palmeros de Sánchez, que rivalizan en afirmaciones truculentas o fantasiosas en las que destaca el ínclito Albares, que gusta de la hipérbole :

«Es un ataque a España sin precedentes (inexacto: veáse a Maduro, a Petro o a Fidel Castro, que tachó a Félix Pons, entonces presidente de las Cortes, de «tipejo fascistoide», o a Robaina, que llamó a Matutes «mentiroso, chantajista y reaccionario»).

«Se le ha recibido de buena fe» (¿cómo?: insultándolo antes de llegar a España? ¿No enviando a ni al subdirector de Protocolo al aeropuerto para saludar a un jefe de Estado en visita privada? ¿Bramando contra los empresarios españoles que se fotografían con Milei antes de su discurso, aunque haya en Argentina casi 20.000 millones de inversión española? ¿Es que había que escupirle por fascista en el aeropuerto porque le caiga mal a Sánchez?

«La afrenta a España es de tal gravedad que he convocado yo en persona, algo muy inusual, al embajador argentino para que pidan disculpas». (Pretencioso: en cuestiones graves, otros ministros vienen recibiendo a embajadores extranjeros).

Y el jefe y su acólito esbozan, viniéndose arriba, que sin disculpas puede haber ruptura de relaciones. La hipótesis es estúpida por irrealista. Es difícil saber quién asesora a Sánchez. Nadie puede concebir que todo un presidente argentino, este o los anteriores, Menem, Alfonsín..., que ha recibido toda clase de desaires del Gobierno de la madre patria, pueda pedir disculpas siendo él el primer ofendido gratuitamente. Por ello, al día siguiente, el Gobierno se traga la bravata con la cortina de humo de que la embajadora española se retira de Argentina por tiempo indefinido. ¿Y qué? Es tanto un paso adelante como un paso atrás en la escalada.

Queda la impresión de que, si la insultada fuera descarnadamente España en su integridad en vez de doña Begoña y no hubiera elecciones en puertas, todo esto, incluido el desencadenante de Óscar Puente y la pasividad oficial, no habría ocurrido. Todo se habría despachado con una nota verbal argentina de protesta respondida con argumentos comprensivos disculpatorios, quizás, por otra española. Y Milei no habría contraatacado. Pero los cálculos electorales del tahur Sánchez son insondables y tal vez piense que sacar pecho ante «un fascista» le atraerá votos de Sumar, lo que explicaría las frases belicosas y deshilvanadas de la decadente Yolanda Díaz hacia Milei, o de otra izquierda y que eso le permitiría reducir distancias con el PP en las europeas. Tensionar las relaciones con Argentina, y de paso con Meloni y puede que hasta con Trump, parece un disparate de un imberbe, pero ¿qué no hará nuestro presidente por unos escaños? Como sabemos es capaz de todo, desde regalar el Sáhara hasta obsequiar a los separatistas con un referéndum.