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Uno de los autores más relevantes de la Ciencia Política, Robert Dahl, socialdemócrata y profesor de la Universidad de Yale, vinculó en todos sus trabajos democracia y fuentes alternativas de información. Para él, una de las condiciones básicas y necesarias para que exista la democracia es que los ciudadanos tengan acceso a informaciones que procedan de medios totalmente distintos en términos ideológicos. Si consumen información de un solo foco y se dificulta acceder a otros distintos estamos en presencia de un régimen de naturaleza no democrática.
Conocemos el caso paradigmático de la manipulación informativa de Goebbels durante el nazismo. Él enfatizaba el hecho de que, sin el acceso que habían tenido a los medios de comunicación, jamás hubiesen podido ni acceder al poder ni construir el régimen que, con asco, conocemos. Todos los sistemas no democráticos recurren, como uno de sus pilares básicos, al control de la información. Solo tenemos que recordar los casos de China, los asesinatos de periodistas en México y el control de la prensa de Rusia, entre otros muchos, para ver que con la limitación de los ciudadanos a información diversa se cercena la democracia. Y ello también debido a que, como la propia teoría política ha desarrollado desde hace décadas y más décadas, solo existen los ciudadanos, el elemento sin el cual no hay democracia, si estos pueden formarse sus propias opiniones recurriendo, para ello, a información diversa y contraria entre sí.
A pesar de estas apreciaciones y de este acuerdo, casi mayoritario, de los teóricos, los planteamientos extremos de la izquierda y la derecha han considerado siempre a los medios de comunicación, a su control más bien, como un espacio de confrontación. Marcuse, autor neomarxista, insistía, en los años 50, como en el control sobre los individuos eran esenciales los medios de comunicación que funcionaban como herramientas a disposición del poder en su estrategia de dominación. Más recientemente, y en esa misma lógica, Ernesto Laclau, padre teórico de Podemos, señalaba en 2012: «los conglomerados mediáticos han constituido una barrera a la democratización de la información». En esta línea, Pablo Iglesias, también en el 2012 –se encuentra fácilmente en internet–, decía que la mera existencia de los medios de comunicación privados atacaba la libertad de expresión. Aunque en esto se aleja de un teórico que también cae bien a políticos de Podemos: para Habermas, premio Príncipe de Asturias, los medios ofrecen más posibilidades de interacción, potencian el acceso a la información y el intercambio de opiniones entre los ciudadanos y, por tanto, fortalecen la democracia. Pero para la derecha y la izquierda hay una confrontación teórica, y política, por controlar a los medios, cuando son gobierno y cuando son oposición.
Como explicamos en clase, el éxito de una novela, de una película, de una canción está determinada, en gran medida, por la construcción del relato. Sin él nada tiene sentido. Ni es creíble. Ni, por tanto, tenemos éxito en la conquista de nuestros públicos. Lo que en comunicación política se llama 'storytelling'. Por muy crudo que nos pueda parecer, esta terrible pandemia tendrá su fin en algún momento. Y entonces, en términos políticos, habrá ganadores y perdedores. Está en disputa quién tendrá la hegemonía en el discurso. Cuál de los relatos tendrá más capacidad de conquistar el corazón y la cabeza de los ciudadanos. Quién va a construir un 'storytelling' que sea capaz de generar más apoyo, o menos rechazo. En este proceso los medios de comunicación y las redes sociales ocupan un lugar esencial. Ahora, como siempre, se produce una lucha constante por quién determina las cosas sobre las que la gente tiene que pensar, una dimensión de la permanente disputa por el poder. En este contexto no es casualidad, ni producto de una decisión del director del CIS, no cabe duda, la pregunta sobre los medios del último barómetro. Es una estrategia tantas veces usada que aburre. Se hace una pregunta sobre un tema para testar qué piensa la gente sobre esa cuestión. Y esas respuestas sirven luego para tomar decisiones. No tengo ninguna duda de que esa pregunta vino desde otras instancias externas al CIS. Y condicionar la información que pueden trasladar los medios de información, y las redes sociales, sobre la pandemia es un atentado a la libertad de información y la democracia pero, sin duda, serviría para construir un relato que beneficiase a aquellos que tienen responsabilidades gubernamentales. Lo de siempre.
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