El imprescindible centro

Los resultados de las elecciones generales han castigado duramente a Ciudadanos. Mucho más de lo que se esperaba a la luz de las encuestas. No se han hecho las cosas bien y los electores han decidido. Albert Rivera, en un gesto de dignidad que recuerdo en pocos políticos españoles, ha asumido la responsabilidad del resultado, ha dimitido y ha dejado la política. Espero que no para siempre.

Ahora toca recomponer un proyecto político, necesario como nunca para España. El bipartito se esfuerza en acelerar como puede un hundimiento que no se va a producir de Ciudadanos, por mucho que les convenga de cara a sus estrategias electorales futuras. Tampoco ellos están para dar lecciones ni para demostrar superioridad, arrastrando sus peores resultados históricos; tanto el PSOE, como el PP. Por otro lado, no es de recibo que estos últimos pretendan fusionar (o mejor absorber) su proyecto con el de Ciudadanos, cuando son dos proyectos distintos: el Partido Popular es un partido conservador, o si lo prefieren de derechas, y Ciudadanos no. Aunque en el pasado reciente algunas decisiones han dado a entender lo contrario.

Pero no quiero mirar atrás. Creo que el partido al que pertenezco está haciendo una dura penitencia, de la que debe salir reforzado. De hecho, es toda una responsabilidad, si me apuran, patriótica. España necesita un proyecto político de centro. Una propuesta liberal, europeísta, moderna, que apueste por dignificar las instituciones y recuperar el sentido de servicio público y el interés general desde la política, frente a los intereses partidistas.

El congreso extraordinario que se ha planteado puede y debe ser una herramienta para recuperar estas esencias. Pero no seré yo el que decida 'a priori' quién debe liderar en adelante el proyecto, sino el conjunto de los afiliados, que han mostrado un compromiso encomiable con el partido y sus ideas. Inés Arrimadas es, desde luego, una opción extraordinaria, pero no habrá mejor sistema para apuntalar su autoridad, o la del que saliera elegido, que un sufragio limpio, transparente y abierto a todos.

El que lidere ese proyecto tendrá la obligación de recuperar a antiguos afiliados, ilusionarlos y volver a comprometerlos con el proyecto. Sin duda con una nueva estructura, que deberá rescatar a personas que son valores indudables del partido, mantener a otras y sacar a unas pocas que han hecho mucho daño con su egoísmo y su afán de emular prácticas internas de otros partidos tradicionales; una forma de hacer las cosas que precisamente veníamos a erradicar cuando nacimos como estructura política nacional. Un Ciudadanos que recupere los cauces de diálogo, participación y comunicación dentro del partido. Que permita a los militantes, como hombres y mujeres libres e iguales, traer al interior del partido el debate de ideas, su experiencia y su trabajo. Hay mucho talento dentro de Ciudadanos, entre sus militantes y simpatizantes. Y su perfil suele ser desinteresado, porque dentro de él priman los profesionales liberales, empresarios, funcionarios y trabajadores que no necesitan la política para vivir, pero que no quieren que hagan política por ellos. Gente que está harta del discurso de rojos y azules, que cree en una vía intermedia. Lo demás ya está hecho: Ciudadanos tiene el que, entiendo, es el mejor proyecto político para España. Una propuesta reformista, regeneradora y sensata de centro, en el que debe ser protagonista como opción política.

Los votantes vendrán luego, tras atravesar un desierto necesario y reparador. Si después de este trasiego hemos hecho lo suficiente como para recuperar su confianza, nos apoyarán cuando toque. Nuestras armas serán la coherencia, el trabajo y la generosidad. Si no actuamos así, nos darán la espalda de nuevo y nos habremos merecido el ostracismo en política.