Hueros y Chanflones

Andaba estos días a vueltas con una antigua jaculatoria muy del gusto de una querida tía mía: «Señor, no me mandes todo lo que sabes que puedo soportar». El Dios del Sinaí, quizás molesto con los españoles por algo ignoto, nos mandó al chanflón don Sánchez sabiendo que, aun siendo cosa mala, sería soportable, pero resulta que, mentira tras mentira, trampa tras trampa, pacto infame tras pacto infame, más de la mitad de los españoles nos hemos dado cuenta de que no lo podemos soportar; otros tampoco, pero no lo dicen, y hay algunos que, abducidos por el líder, aunque sus contradicciones les perjudiquen y sus infames pactos les lleven al desastre, todo lo justifican. A estos les dice el Eclesiastés: «Los malvados difícilmente se enmiendan y el número de los necios es infinito».

No podemos seguir gobernados por esta panda de hueros y chanflones al mando de un peligroso maníaco obsesionado con el poder absoluto y horrorizado por si no puede volver a dormir en su colchón de La Moncloa. Hueros y Chanflones. Inútiles, vacíos y despreciables.

Lo del coronavirus, grandísimo drama, no sería tan letal para nosotros como que, al acabar esta batalla, don Sánchez y sus primos los comunistas bolivarianos se alzaran con el poder absoluto, y de seguir esta ruta marcada, con un Partido Popular plagado de ablandabrevas, y nacionalistas e independentistas mirando más sus bastardos intereses que los de la nación. Puede ser que lo logren. Los chanflones Sánchez e Iglesias el Pomaditas quieren una España arruinada para que, teniendo la mayoría de los españoles que vivir de la caridad del Estado, aseguren un buen granero de votos con los que mantener su tiranía. Y a este paso, apoyados por algunos medios de comunicación con la mano extendida en demanda de sustanciosas subvenciones, mas pendientes de su supervivencia que del servicio a la verdad, estamos a un paso de despeñarnos por el abismo.

Que esta España, otrora próspera y libre, se convierta en una Cuba miserable o en una Venezuela arruinada les importa una higa a los primos con tal de seguir mandando y seguir ellos prosperando.

Y ahora vamos con la joven promesa, la esperanza del centro mamá Arrimadas, feliz ahora con la llegada de su primer retoño. Que el tahúr de don Sánchez la engañara una vez, o quizás dos, podría entenderse dada la maldad del engañante y la bisoñez de la engañada, pero que conociendo al ganflón siga picando en el anzuelo con ese triste papel de costalera, diciendo una y otra vez que el presidente miente, que su gestión es un desastre, que los comunistas nos llevan a la ruina, para luego ponerse a los pies de los primos, es demasiada incoherencia. ¿Cree que sus votantes van a premiar ese impostado sacrificio de todo por España para que con su voto Sánchez siga arruinándonos moral y económicamente? A mi modesto juicio, de seguir así, los electores la van a seguir castigando.

Lo del coronavirus no ha sido más que una excusa para, mediante el estado de alarma y decreto tras decreto, maniobrar a su antojo para liquidar la Constitución y acabar con el espíritu de la Transición tratando de enfrentarnos vilmente. Y ahora viene la reconstrucción. Nada será posible si los que la pilotan no tienen la confianza de los españoles y ¿cómo vamos a tenerla si ellos mismos están a la greña, no se fían unos de otros, no se pueden ver y cada día protagonizan un sainete diciendo digo donde antes dijeron Diego? La tropelía de Marlaska merece otra entrega.

'Casadistas' y 'arrimadistas,' os estáis tragando el anzuelo que el ganflón os lanza una y otra vez. Estáis acomplejados, le concedéis la categoría de decidir quién es o no demócrata, a él que pacta con independentistas y filoetarras. Escupid el engaño con la misma fuerza y maña con la que don Teo lanza el hueso de la aceituna batiendo el récord mundial y exigirle que se vaya. Y que lo haga ya.

Asustado don Sánchez por el rechazo abrumadoramente mayoritario a su gestión, ya habla de terminar pronto con las fases, pero manteniendo el poder absoluto; le aterroriza la vuelta a la normalidad, a la de antes, no a esa nueva que se ha inventado, porque sabe que se va a encontrar abandonado por sus socios, despreciado por los españoles y, lo que es peor para él, posiblemente imputado y condenado.