El hombre lobo y el Mar Menor
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Defender, en septiembre de 2021, las bondades del regadío en la laguna equivale a creer que las vacunas contra la Covid te transforman en hombre loboRecientemente, saltó la noticia de que el presidente de Bolivia había tenido que desmentir, públicamente, que la inyección de la vacuna contra la Covid-19 ... ocasionara extrañas mutaciones en quien la recibiera, causándole su transformación en hombre lobo. Pocos días después, Espinosa de los Monteros visitó el Mar Menor y, además de insultar a quienes protagonizaron el emocionante abrazo de la laguna –tachándolos de «subvencionados» y de que solo faltaba la canción del Aquarius–, alentó a incrementar las zonas de regadío en toda la Región y, por inclusión, en el entorno de este ecosistema. El lector se preguntará, desconcertado, qué relación existe entre las vacunas licántropas y la petición de más regadío para las zonas que circundan al Mar Menor. En rigor, ambas situaciones pertenecen al mismo plano mental: el de la superchería, el del negacionismo, el de la incultura estructural y el de la paranoia populista. Defender, en septiembre de 2021, las bondades del regadío en el Mar Menor equivale a creer que las vacunas contra la Covid te transforman en hombre lobo. Ambos argumentos se han gestado en el anticientifismo delirante, en la manipulación de las mentes más frágiles, en el fanatismo desvergonzado como estrategia eficaz de compra de voluntades.
El PP de López Miras y Vox compiten en la Región por ver quién defiende con mayor cinismo la inocencia de la agricultura intensiva en la destrucción del Mar Menor. En su reparto de papeles, Vox recurre a la hipérbole y al discurso indisimulado y frontal del 'hombre lobo', mientras que el Gobierno regional –más refinado en sus estrategias– reviste al licántropo con argumentos-parche que parecen querer atajar el problema de la laguna, cuando, en realidad, solo buscan establecer un demencial equilibrio entre la exculpación de la agricultura intensiva y una agonía estética y sostenible del Mar Menor. Resulta absolutamente estremecedor comprobar cómo, en el momento más crítico de la devastación del ecosistema marmeronense, cuando la laguna se ha transformado en un campo de exterminio para decenas de miles de peces, Gobierno regional y Vox siguen apostando por el discurso de la muerte: «La agricultura no es el problema». Habida cuenta de que las pruebas resultan ya irrefutables y de que autorizados colectivos científicos como el Colegio Oficial de Biólogos abogan por acabar con el regadío ilegal en el Mar Menor, la nueva estrategia de la pinza letal conformada por Gobierno regional y Vox es diferenciar entre una agricultura del pasado y una agricultura del presente. La novedad de esta nueva línea de argumentación pretende inocular en la opinión pública la idea de que el Mar Menor es víctima de un 'flash- back'. Los nitratos del pasado han llegado ahora, como la luz de las estrellas, para, diferidamente, contaminar el agua de la laguna. En este contexto de irrupción asoladora del pasado, la agricultura intensiva del presente es solo una víctima más. Para ello, es necesario transformar el 'ahora' en un momento virginal, beatífico, en el que 'adanes' y 'evas' labran bucólicamente en las inmediaciones del Mar Menor sin haber caído en la tentación pecaminosa de los nitratos. La agricultura intensiva es, en el momento presente, la misma manifestación del Edén. El presente es un búnker de buenas intenciones. Y quienes arremeten contra él son unos rojos y ecologistas desoficiados que solo quieren el mal de la patria murciana.
La clave en la que se sustenta este nuevo 'presentismo' es la compatibilidad de las prácticas agrícolas intensivas y un Mar Menor sostenible; idea esta que, en esencia, supone admitir la posibilidad de que la causa de la enfermedad y el enfermo convivan sin interferencias en un mismo contexto. En cualquier otro territorio europeo, una crisis como la del Mar Menor se habría atajado con la determinación que la gravedad de la situación merece: el desmantelamiento inmediato del regadío. En la Región de Murcia, en cambio, ninguna situación es lo suficientemente grave como para implementar medidas drásticas y sin matices. Y tales medidas pasan inexorablemente por elegir entre dos realidades: o el Mar Menor o la agricultura intensiva que lo estrangula. Los populistas que, con el fin de obtener el voto del sector agrícola, aluden a la riqueza que genera esta extensión de regadío y a lo efectos perniciosos que tendría sobre la economía regional, evitan conscientemente evaluar la dimensión del deterioro que la marca Región de Murcia está sufriendo. Si llevamos el debate al terreno económico, la conclusión es clara: la mayor política económica que se puede realizar a día de hoy en la Región de Murcia es salvar el Mar Menor. No hay matices ni peros que valgan que rebajen la urgencia y la prioridad de este extremo.
A nadie se le pasa por la cabeza que decenas de miles de murcianos tengan de repente el antojo de criminalizar al sector agrícola y de convertirlo en el chivo expiatorio de no se sabe qué intereses partidistas. Nadie quiere el mal de la agricultura murciana, de la misma manera que nadie desea perjudicar a ningún otro sector económico. Y quienes sugieran tal idea solo pretenden embarrar el debate público y desvirtuar la realidad de un problema que amenaza con embargar el futuro de la región. Es ahora o nunca. Y el único bando en el que la ética política pueda alistarse es el del Mar Menor. No hay otro. De ahí el pasmo que provocan los discursos del Gobierno regional y de Vox, esgrimidos a la defensiva, para legitimar los intereses de unos pocos. Lo que está en riesgo aquí –no se olvide– no es la agricultura de la Región, sino el Mar Menor. Desplazar el énfasis del segundo al primer elemento es alta traición.
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