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Hemeroteca

EL DÉCIMO DENTISTA ·

Viernes, 4 de diciembre 2020, 01:36

El drama del hombre posmoderno consiste en perder la memoria mientras se preocupa por el tiempo. Para ahorrar tiempo, la tecnología nos permite externalizar la memoria. Al mismo tiempo cedemos nuestra responsabilidad a voluntades ajenas que marcan qué recordar, qué olvidar y cómo perdernos. Pero la memoria es la clave pues antecede a la conciencia del tiempo y no al revés. Por eso, usted retiene cada palabra mientras me lee y toma conciencia del tiempo que transcurre. Sin memoria, perdemos presencia y se diluye nuestra identidad. El protagonista de la película 'Memento' de Christopher Nolan pierde la memoria constantemente. Vive atrapado en una identidad dispersa y manipulado por quienes le imponen relatos interesados. Para dotar de sentido a su existencia, acaba creando un mundo a partir de mentiras. Una perfecta alegoría sobre el hombre posmoderno.

Cada día, amnésicos y anestesiados desayunamos agendas políticas y relatos ideológicos, 'fakes' que se reeditan sin consistencia. Pocos reivindicamos la memoria frente al confort del relato diario. La mayoría reemplaza gustosamente su memoria por un mundo complaciente con el poderoso. No fue necesaria la máxima orwelliana de controlar el pasado desde el presente para controlar el futuro sino anestesiar la memoria desde el poder. El soma de Huxley era suficiente.

Cuando un dentista nos va a extraer una muela, nos resistimos instintivamente, pero al poco, por indefensión aprendida, nos abandonamos. Hoy vivimos con indefensión aprendida ante tanta disonancia e inconsistencia política. Otegi pretende democratizar España, cuando su izquierda abertzale representó el fascismo de los 8 gramos en la nuca. Podemos se alza contra el delito de rebelión, cuando su URSS aplicaba el art. 58 para fusilar y deportar en masa por juicios de intenciones. Junqueras y Puigdemont tuvieron suerte de rebelarse contra España, en dictaduras comunistas no habrían sobrevivido. Europa evidencia las mentiras gubernamentales sobre el IVA de mascarillas, el delito de rebelión o el 'fakemité' de expertos, pero Redondo monta el comité de la Santa Verdad. Garzón defiende armonizar excepto el Concierto Vasco por constitucional, aunque la constitución no regule el insolidario cómputo del cupo vasco. Quitar el impuesto del patrimonio era progre, según ZP, ahora es facha. El listado es enorme. A Pinocho se le deformaba el rostro cuando mentía sobre su naturaleza, asimismo se van deformando las instituciones y partidos enteros como el PSOE son devorados por el Sanchismo.

En estos duros tiempos, LA VERDAD ha perpetrado una temeridad: ofrecernos su extensa hemeroteca. No ejerce solo como notario del tiempo. Es un asidero para nuestra memoria y así confrontar al poder que nos pretende olvidadizos. Nos toca decidir si asumimos la responsabilidad de rescatarnos o plegarnos al relato diario del poder de turno ausente de consistencia y diluirnos en la posmodernidad.

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