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Me da la sensación de oír menos ahora esta palabra, primo, en la que es su quinta acepción en el diccionario de la real academia: «Persona incauta que se deja engañar o explotar fácilmente». Antes era muy común decir 'no seas primo', o por favor, 'no hagas el primo'. Eso era probablemente una indicación de que hacer el primo no estaba bien visto, y era algo no recomendable.
Uno podría pensar que, con el paso del tiempo, y con todos los cambios en la sociedad, ya no quedan primos. Sin embargo, a la vista de noticias que aparecen, lo cierto es que la era de internet y de la abundancia de información no ha servido para espabilar a todo el mundo. Y, sí, amigos lectores, los primos siguen siendo muchos y diría que parece que incluso más que antes. Y, por supuesto, los listos que se aprovechan de ellos, también. Porque solo se entienden los primos en directa comunión con aquellos que los engañan.
Los primos son personas que merecen compasión al ser objeto de engaño. Normalmente, además, se encuentran en alguna situación difícil y se quieren agarrar a cualquier cosa que ofrezca esperanza. Son los listos y los aprovechados los que representan una de las peores caras del ser humano y merecen el repudio. Este tipo de individuo que se lucra a costa de primos en estado de necesidad a sabiendas de que les da gato por liebre y les vende humo, me repugna especialmente.
Lo malo es que a veces los listos aparecen como seres simpáticos o graciosos. Se les llega a comprender si no hacen un gran daño a los primos. Pero esto no es así en absoluto. Es posible que recuerden historias de enfermos de cáncer que siguieron tratamientos llamados alternativos y que murieron prematuramente. Aunque el agua con azúcar que tomaron no les hiciera daño, el timo les impidió recibir un tratamiento adecuado.
Una pregunta obvia es por qué tanta gente se deja engañar. Lo cierto es que las técnicas de engaño se van sofisticando. Una que es ampliamente utilizada se basa en hacer creer que el presunto producto milagroso tiene las bendiciones de la ciencia. La credibilidad de todo el sistema científico esta en cuestión por demasiados errores en este campo. Siempre hay supuestos científicos que por diversas razones están dispuestos a decir cualquier cosa.
Se puede llegar a aceptar que haya primos que caigan en elaboradas tramas que pueden parecer creíbles. Lo que ya es más alarmante es que cosas completamente disparatadas y estúpidas lleguen a ser aceptadas por muchos. Me llaman especialmente la atención un par de asuntos. Beber lejía diluida que proporciona una milagrosa curación de muchas enfermedades y mirar directamente al sol para mejorar el bienestar general. Esto último es gratis. Uno puede hacerlo en cualquier momento, aunque nuestro sentido de supervivencia nos haya hecho evitar mirar al sol durante miles de años para evitar quemarnos la retina. La bebida de la lejía sí que lleva un negocio asociado al producir y distribuir un producto de lejía rebajada. Una cosa es engañar a las víctimas y otra matarlos a las primeras de cambio, pues esto acabaría con el negocio.
Aunque quizás estos ejemplos les parezcan de chiste y que a ustedes no se les ocurrirá caer en la trampa, deben saber que es muy probable que hayan sido engañados de una u otra forma de manera casi cotidiana. Cuando han elegido aquel yogur que les hacia rejuvenecer o aquella crema que les alisaba la piel, o aquella otra solución medica por la que pagaron un dinero extra y que no era mas que un simple placebo.
En mi calidad profesoral, me preocupa lo que pueda hacer para alertar a la sociedad a no dejarse engañar, al menos de una manera muy facilona. Fomentar el escepticismo y el espíritu crítico es nuestra obligación en las universidades. Algo que debe empezarse desde la escuela primaria. Los jóvenes tienen que ser críticos y preguntar de manera machacona el porqué de cada cosa. Una sociedad solo está realmente desarrollada cuando sus miembros son libres para elegir, pero lo hacen de manera informada y sabiendo todos los pros y contras.
Quienes compran lejía diluida o cremas mágicas son mas fácil de manipular en todos los aspectos. Por ello los populismos florecen a base de millones de primos que les compran su mercancía ideológica. Así que siempre pienso que alguien que es crítico con lo que le venden en la tienda también lo será con lo que lo que oiga en las campañas electorales. Por todo esto, señoras y señores, no me sean primos. Lean, comparen, pregunten y en materia de salud recuerden el principio fundamental: no se hagan daño.
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