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Guerra contra la Covid-19

Es tiempo de gastar, con cabeza, pero gastar. Y para ello tendremos que endeudarnos aún más. La deuda no es mala en sí misma

Jueves, 22 de octubre 2020, 00:59

La única forma que tiene actualmente España de no echar por la borda toda la década 2020-2030 es que el Estado inyecte capital en la economía a través de la inversión pública. Las consecuencias del austericidio ya las conocemos.

La situación es tan o más preocupante que la de la crisis de 1929 y no olvidemos que en los Estados Unidos de América solo se salió de ella cuando Roosevelt puso en marcha el New Deal, con un programa ingente de obras públicas, y la economía USA se transformó en una economía de guerra (antes incluso de entrar en la II Guerra Mundial, la industria USA se transformó hacia la exportación).

Ahora, según nuestros políticos, estamos en guerra contra el coronavirus, por lo que las medidas son las propias de una economía de guerra, con clásicas medidas keynesianas de inversión pública descomunal.

Aun así, pagaremos un elevado precio: en una economía de guerra, hay vencedores y vencidos, y en esta saldrán vencidos muchos sectores tradicionales que no se adapten a las nuevas reglas de la digitalización, transición a la economía verde y circular, y más valor añadido en todos los servicios a las personas.

España debe aprovechar la gran oportunidad de los 170.000 millones de la Unión Europea para invertir... y transformar su economía: necesitamos industrializarnos urgentemente, una industrialización ligada también a incentivos para la redistribución de la población en nuevos polos de desarrollo.

Quizás es la última oportunidad que tenemos para conseguir una España más igualitaria a nivel de ocupación de espacio físico, igualdad de oportunidades y transformación digital.

Es tiempo de gastar, con cabeza, pero gastar. Y para ello tendremos que endeudarnos aún más. La deuda no es mala en sí misma. El país más endeudado del mundo en términos absolutos es EE UU y en términos relativos Japón, y creo que ambos siguen siendo potencias mundiales, porque todo el mundo confía en que devolverán las deudas.

El problema de las deudas es que los acreedores se fíen de ti. Corolario: no debemos de tener miedo a las deudas, a lo que debemos tener miedo es a que nadie quiera que nos endeudemos con ellos. Eso sí, no vendría mal que parte de la deuda se utilizase para mejorar los procesos internos de auditoría del gasto público, y medir el retorno económico, social y ambiental de las inversiones.

Pero no todo tiene que ser gastar, también hay recaudar mejor pero no al precio de asfixiar la economía.

Por ejemplo, causa cierta perplejidad la propuesta del gobierno de aplicar un 21% de IVA a la educación y sanidad concertadas y privadas.

Este tema es peliagudo... hay que decirlo desde el principio, puesto que pareciera que esta medida tiene un tinte 'populista' muy claro... marca Podemos.

Creo que se equivocan. El debate hay que abordarlo desde otro punto de vista y es: qué se gana aplicando el IVA a la educación y sanidad concertada y privada, y qué se pierde. Porque se puede lograr un incremento de –pongamos– 3.000 millones de recaudación, pero obligar a muchas empresas privadas de sanidad y educación a cerrar haciendo que el Estado tenga que hacerse cargo raudo y veloz de la educación y sanidad concertada (aproximadamente un 25% conjunto del gasto total), con lo que el Estado tendría que gastarse –pongamos– el doble. Por desgracia, en España este tipo de debates nunca son neutrales.

A ver, si el objetivo es que las administraciones públicas dispongan de más dinero, lo lógico es que se incrementen de modo progresivo los impuestos directos (Renta) pero no los indirectos (IVA) que son mucho menos proporcionales y muchas veces regresivos.

Por otra parte, muy probablemente la nueva imposición UE de subida de impuestos a carburantes tenga un efecto impositivo mayor que subir el IVA a la educación y sanidad privada y concertada.

Vivimos en una economía de guerra, tenemos soldados, pero en la cadena de mando desautorizándose un día sí y otro también. Así no hay quien pueda manejar este sindiós. Menos ruido y más nueces, estamos ante una oportunidad histórica, apartemos los histrionismos que últimamente dominan nuestra vida política y centrémonos en la construcción de un proyecto colectivo.

Y como decía John Lennon: «Al final, todo saldrá bien. Si no está bien, no es el final». ¡Vivan los Beatles!

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