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La gran coalición

Los más preocupados por el separatismo y la eficacia económica y los pendientes de la desigualdad social podrían encontrar puntos de acuerdo

Martes, 26 de noviembre 2019, 02:55

Antes que nada tengo que expresar mi deseo de que a Albert Rivera le vaya muy bien en la nueva etapa que ha elegido inaugurar, dando con ello un infrecuente ejemplo de dignidad. Y dicho eso, pues creo que lo merece un tipo que tuvo el coraje de enfrentarse al separatismo catalán en su propio territorio, algunos apuntes breves sobre lo que, en mi opinión, convendría que hiciesen los partidos políticos PSOE, PP y Cs.

Ya sé que destacados dirigentes del PP han avisado que sería inútil tratar de convencerlos de que pacten con Sánchez, delineando así una sutil línea divisoria entre su persona y su partido, y que los dirigentes socialistas han declarado que no habrá coalición. Bueno, no por eso voy a dejar de argumentar que esa sería la mejor solución a la grave situación en la que se encuentra hoy España (no el Estado español, ni este país: España).

Los separatistas vascos y los catalanes han aumentado, aunque solo en un escaño, su representación parlamentaria. El radical grupo Bildu está en condiciones de formar grupo propio y la CUP, no menos radical, ha entrado con dos escaños. Los separatistas, a instancias del Tsunami Democrático, están cortando el tráfico con la frontera francesa, provocando graves pérdidas a los transportistas y desabastecimiento en los mercados. Cuando al presidente Torra le preguntan qué piensa de todo eso suele contestar con un demoledor «es culpa de Madrid». En resumen: sigue viva la amenaza a la integridad territorial española y la soberanía del pueblo español.

Por otra parte, las señales de que la economía está decelerándose son cada vez más claras. Insistir en la táctica Solbes, consistente en negar las evidencias y dudar del patriotismo de quienes las divulguen, solo puede conducir a retrasar las reformas necesarias para afrontar ese declive, que ya ha empezado, provocando colateralmente un decremento en el ritmo de creación de puestos de trabajo.

Hay muchos indicios de que los electores populares sienten más preocupación por el separatismo que los socialistas, los cuales prestan más atención a la desigualdad social y problemas asociados que los populares. No obstante, ambas cuestiones están relacionadas, pues no es casual que el separatismo haya cuajado en dos de las nacionalidades más ricas de España, zonas que, siendo algo más que regiones, carecen de soberanía política y nunca disfrutaron de un estado independiente. El separatismo no es cosa de pobres, sino de ricos, pues su fundamento último es tratar de acaparar las riquezas y las infraestructuras allí acumuladas, muchas veces con la protección del Estado español o el esfuerzo de muchos españoles de otras zonas, en vez de realizar sus justas aportaciones a la caja común. No niego que haya en esas nacionalidades un arraigado sentimiento identitario, pero su altísimo nivel de autonomía hace totalmente innecesario que se empeñen en separarse, pues nadie les impide hablar en sus lenguas maternas o desarrollar todo tipo de actividades culturales que consideren expresión de su peculiar identidad. En Galicia no ha prosperado tanto el separatismo por la sencilla razón de que su nivel de riqueza es menor que el catalán y el vasco, aunque también tengan su lengua propia y su cultura diferenciada.

Lo que los podemitas llaman «las cosas de comer» tienen mucho que ver con el separatismo. Las evaluaciones internacionales afirman que España es uno de los países desarrollados con menos desigualdades regionales. Ya sé que es difícil de creer, como tantas otras facetas positivas nuestras, pero eso dicen los evaluadores. Pues bien, esa desigualdad se acentuaría ciertamente si los separatistas lograsen, por una vía u otra, sus objetivos. Al PNV, por ejemplo, le basta por ahora con asegurarse de que la renta pública por persona es allí el doble que en Murcia. Por ahí van los tiros.

Los más preocupados por el separatismo y la eficacia económica y los pendientes de la desigualdad social y la transición ecológica de la economía podrían encontrar algunos puntos de acuerdo para establecer un programa mínimo para gobernar. No es que representen lo mismo, ni que no discrepen en algunos puntos importantes, pero, pensando en el bien de España, podrían centrarse en aquello que, si no idénticos, al menos son complementarios.

Naturalmente, ese gran acuerdo debería establecerse por escrito y conducir a un gobierno de coalición, del que también formaría parte Cs. Hay quien opina que Sánchez es incapaz de plantearse seriamente lo que digo, pero yo lo intentaría y que fuese él quien decidiese, o que lo sustituyesen por un candidato más dispuesto a llegar a acuerdos, en vez de limitarse a pedir que lo hagan presidente sin contrapartidas pues la suya es la lista más votada.

Ya Vox ha dicho que se mantendría el margen, pero que eso le dejase mucho campo para prosperar no debería impedir intentarlo. Hay cosas más importantes.

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