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Sobre los gatos hay algún sesudo libro que dice que los humanos, para ser felices, debemos copiar la 'filosofía de los gatos', pero los gatos no tienen filosofía. Son, simplemente, seres en su gatuidad. Es como lo que decía el cineasta Werner Herzog en su ... documental 'Grizzly man', sobre el gusto moderno por hacer de los osos Kodiak de tres metros de alto criaturas de Disney, que cualquier día se ponen a hablar como el pato Donald. No hay mundo de los osos gigantes, decía Herzog. Matan, comen, se reproducen y mueren, es todo. Y si está delante su supuesto amigo, devoran al amigo. Los gatos se limitan a ser gatos, y ni podemos copiarles la patente ni hacerlos nuestros hijos, porque afortunadamente no se dejan.
Los antropólogos dicen que el gato todavía no le ha dado tiempo, desde que se introdujo entre los humanos en la antigüedad, a dejar de ser del todo una criatura salvaje. Claro que ha tenido tiempo. Ocurre es que seguirá igual por más milenios que pasen, siendo gatísimo como los ingleses no dejan nunca de ser inglesísimos. Si los gatos hablaran como el Pato Donald, y preguntáramos si quieren ser nuestros hijos, dirían: «no sé de qué me habla, yo soy un gato». El gato alquila su voto a algún humano por razones prácticas. El amor de los gatos es el mismo que tenemos los que somos de derechas por el Estado, aún los que no somos liberales sino librepensadores. Mientras el Estado cumple, confiamos en él, no cuando el Estado traiciona general o personalmente. Lo mismo con los partidos políticos. No es como los perros. Los perros son el mejor amigo de las flautas. Tienden a la izquierda en su comportamiento. Puedes tratarlo mal y vendrá con los ojos en blanco. Puedes ponerle una cartilla de racionamiento y no alterará su perrunez hacia tí. Cuando se dan a alguien, no retiran la confianza jamás, por muchas perrerías que haga su dueño. Dejan su grasilla natural por los muebles, y hasta algunos comen las cacas como delicatessen. Los gatos pueden ser muy cariñosos, pero no se morirán de pena si se los lleva alguien que los trate tan bien como el anterior. Son individuos y no pertenecen. Si hay orden, sin piojosidades, buena comida, silencio y hogar, si la casa es lo que podemos considerar una casa decente, el gato la decorará a su imagen. El gato en lo alto de un 'chester' de orejas es la gárgola dinástica viviente en esa casa.
Un perro con corbata de pajarita, como es moda ahora en instagram, queda impropio siempre, porque no se la puede permitir. Queda como el señor Iglesias Turrión en la gala de los premios Goya. El gato parece que nació con ella, aunque no la lleve. Aunque estén exquisitamente tratados, siempre mantienen un oxigenante aire de mismidad, aunque no escatiman un amor contractual no escrito. Quieren a su modo porque, aunque les encante ver las películas de dibujos animados (quedan hechizados por lo que ocurre en la pantalla), no serán nunca personitas con aspecto de animal como en Disney, algo que despreciarían. Porque los gatos son animales domésticos no domesticados, no son mascotas. Son solo ellos, y ellos no serán nunca como usted.
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