Borrar

Que a mi gato le pusiera el nombre con el que los brujos británicos solían llamar a los suyos en la baja Edad Media no es motivo para que me ataque a muerte. Mi gato 'Grey Martin', Martín 'el gris', no puede soportar verme escribiendo ... columnas de prensa en el ordenador. Lo transforma en un peludo teleñeco diabólico, del que es imposible desprenderse ni siquiera enseñándole la Cruz de Santiago que llevo al cuello. En cuanto escucha un 'clack', da un salto a la mesa, pasa pisando las teclas como primera y única advertencia, maúlla de forma espeluznante, como desde el eco de un panteón, y, en cero coma, me raja los brazos y muerde las manos hasta el hueso, sacudiendo su cabeza para desgarrar mejor las venas, como hacen sus primos grandes de la sabana. Sencillamente, se indigna. Pago el tributo de sangre, no poca, que me cuesta cada vez escribir los artículos del periódico. Voy hecho un Santo Cristo y no sabría qué decir a la policía si me preguntara por mis siempre frescas salpicaduras en la ropa.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

laverdad Gato contra columnista