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Hasta casi ayer mismo, la raíz griega 'gastro' era de vigencia predominante en la ciencia médica. Se prefería a su equivalente 'estómago' por ser más culta y porque las ideas científicas parecen lucir con mayor elegancia, y posiblemente más afinada concreción, envueltas en el prestigio que despiertan los términos latinos o griegos. Como prefijo, forma parte de sustantivos propios o comunes y adjetivos que, en su mayor parte, indican dolencia o enfermedades: 'gastritis', 'gastroenteritis', órganos internos: 'epigastrio', exploraciones estomacales: 'gastroscopia', ubicación de padecimientos: úlcera 'gastroduodenal', virus y molestias 'gástricas' o medicinas con un destino concreto: 'píldoras gastrointestinales'.El estómago, además, es un segundo e importantísimo 'cerebro' del cuerpo humano, según recientes investigaciones. Su consideración como órgano decisivo para gozar de una buena salud no es de hoy. Recuérdese a este respecto el sabio consejo de Don Quijote a su, en ocasiones excesivamente glotón, escudero Sancho: «La salud de todo el cuerpo se fragua en la oficina del estómago».

Pero esta palabra posee otra vertiente más amable y hedonista, vinculada a la nutrición, la cocina y el espectáculo mediático surgido en torno a ellas. La progresiva importancia social concedida a una alimentación adecuada, no solo como fuente de salud sino como elemento de placer, ha derivado en una avalancha de términos, hasta ahora desconocidos, puestos al servicio de las nuevas funciones, cuya resultante es la multiplicación de la raíz 'gastro'.

El equilibrio, pues, entre el 'gastro' anatómico y el relativo a la nutrición y la subsistencia se ha desbordado a favor de este último. La novedad ha quedado abierta a una riada de actividades y sus correspondientes formas expresivas que reflejan el interés actual por la comida, considerada en muchas ocasiones en su vertiente hedonista además de alimentaria y entre las que reina, en sus diferentes formas y variedades, el prefijo 'gastro'. A ello han contribuido exitosos programas televisivos como 'MasterChef' y sus hijuelas: 'MasterChef Celebrity', 'Junior', 'VIP' (programas, en mi opinión, demasiado acelerados, extremadamente espectaculares, excesivamente competitivos, con un lenguaje y unos modos más adecuados para el entrenamiento de una compañía de marines que para una reposada concepción de los fogones). Pero no solo la televisión sino también otros medios han contribuido a reflejar y promocionar, posiblemente con mayor tino y mesura, este interés por lo culinario.

El estómago es un segundo e importante 'cerebro' del cuerpo humano, según recientes investigaciones

A las viejas denominaciones de lugares de comidas: tascas, figones, restaurantes, mesones, tabernas, bares... se añade ahora el híbrido 'gastrobar', donde se comparte música, comida y bebidas alcohólicas. Pero hay ocasiones en que el asunto apunta mucho más alto: un crítico gastronómico se intitula en su columna como 'gastrósofo', sugiriendo que la teoría del arte culinario puede asimilarse sin desdoro a la elaboración por filósofos e intelectuales de un sistema de explicaciones capaz de analizar el mundo haciéndolo comprensible para los demás.

En este mismo diario, Pachi Larrosa pone sobre la pista de un nuevo término, 'gastroSOS', que responde a la iniciativa solidaria y generosa del chef Rodi Fernández por la que cincuenta prestigiosos cocineros elaboraron el pasado 1 de mayo un menú murciano al precio ínfimo de ocho euros para distribuirlo a domicilio, y cuya recaudación se destinó solidariamente al Banco de Alimentos. Denominación que suma, en una ingeniosa pirueta lingüística, el prefijo de marras a un plural que, al mismo tiempo, es indicativo universal de ayuda, el acrónimo SOS.

Por su parte, el escritor Manuel Vicent introduce el prefijo en el ámbito literario al calificar, en un artículo, de 'úlcera gastropatriótica' el impulso renovador de los componentes de la Generación del 98 que provocó el impacto por la pérdida de las últimas colonias españolas en América.

Y como las palabras gozan de momentos culminantes como este, la vena creativa del idioma queda abierta a nuevas e impensables invenciones, para lo cual propongo algunas. Qué impide que las hazañas culinarias de celebridades como el murciano Raimundo, los hermanos Roca, Ferran Adrià, Carme Ruscalleda o Martín Berasategui, que han situado la gastronomía española entre las mejores del mundo, sean denominadas 'gastroépica', o que discusiones y debates culinarios puedan catalogarse como 'gastrorretórica', que dejar a los niños traviesos sin postre sea un 'gastrocastigo' y 'gastrólatras' quienes adoran la cocina y sus entresijos. Item más, que las disfunciones nutritivas se califiquen como 'gastrofobia', o que, al enfermar, los médicos nos impongan una 'gastrocensura', por otro nombre dieta, que la 'gastrolectura' se circunscriba a contenidos culinarios y, en fin, el ayuno sea una 'gastropenitencia'.

Seguiremos su pista, porque también las palabras pueden morir de éxito y, tras un período de popularidad, caer en la sima del olvido (recuérdense las animosas palabras del 'Resistiré', apagadas misteriosamente en nuestros oídos de la noche a la mañana durante la crisis sanitaria). Quizá sean voces que han venido para quedarse. Bienvenidas, pues, al regazo del idioma. Al menos no son barbarismos anglosajones. Algo es algo.

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