Secciones
Servicios
Destacamos
El verano pasado escribí sobre la retirada de las tropas de la OTAN de Afganistán, que los regímenes totalitarios interpretaron como un símbolo de la debilidad de Occidente, de la consiguiente crisis de refugiados, del cambio climático y de estrategias para mitigarlo y transitar hacia ... un sistema que no recaliente nuestro planeta y destruya nuestros ecosistemas y nuestros modelos de vida. Escribí sobre lo glocal, y de la interconexión entre los habitantes del planeta, sobre la necesidad de soluciones globales a desafíos colectivos.
En este verano de 2022, el más cálido de la historia desde que existen registros, pero que amenaza con ser el más fresco del resto de nuestras vidas; en el que mísiles rusos siegan vidas y objetivos civiles y destruyen en el puerto de Odesa infraestructuras y reservas de grano necesarias para evitar una crisis alimentaria global y la hambruna en los países menos desarrollados; en el que arden los bosques y viviendas –200.000 hectáreas se han quemado en España en lo que va de año–; en el que los precios de las energías fósiles disparan la inflación que empobrece a la mayoría, en el que caen gobiernos ante el acecho de los populistas, y en el que media Europa teme a un invierno sin gas ruso, no parece que tengamos muchos motivos para la esperanza. Sin embargo, el futuro, como siempre, y como nunca, porque creo que vivimos en un momento de tensión que precede a la creación de un nuevo orden (ya veremos cuál), está en nuestras manos.
Ganar la democracia, ganar el planeta.
Un fantasma recorre Europa y el resto del planeta, el populismo de raíz reaccionaria, el autoritarismo. Un viaje a ninguna parte, que comparte rasgos como la reacción a la globalización, el rechazo a causas que contribuyen al progreso de toda la humanidad como el feminismo, que defiende la plena igualdad entre mujeres y hombres, o los objetivos de desarrollo sostenible; el miedo, cuando no el odio, al diferente, o el abrazo del oso a la democracia. Un movimiento en apariencia 'popular', que apela a la soberanía, pero que en el fondo aspira a debilitar a las instituciones y la división de poderes. Un movimiento alimentado por potencias autoritarias como China o Rusia, pero también por los propios fallos del sistema, particularmente, por el aumento de las desigualdades.
Ganar la democracia es ganar a Rusia en Ucrania, ganar a Putin en Rusia, ganar a Xi en Hong Kong, y así en otros tantos campos de batalla de Texas a Brasil, pasando por la península arábiga, Italia, o por cualquier pueblo o ciudad de nuestra querida España a la que cantaba Cecilia.
Pero no todo es geopolítica. Ganar la democracia es participar en las elecciones, pero no solo. En 2023 los españoles votaremos en elecciones autonómicas y municipales en mayo, y en elecciones generales a finales de año. En 2024 votaremos un nuevo Parlamento Europeo para los próximos cinco años, y en octubre de este 2022 vota Brasil, el país más grande de América Latina. Pase lo que pase en estas jornadas clave, la democracia se gana a diario: consumiendo información de calidad, practicando la tolerancia y participando en la empresa, la asociación, la escalera de vecinos, el club, el grupo, el sindicato, la parroquia, el partido, etc.
Ganar la democracia es también reducir las desigualdades que tensionan y dividen a nuestras sociedades, es generar prosperidad compartida. El modelo actual de economía digital, con su tendencia al oligopolio, su alergia a la defensa de los intereses de los trabajadores/as, y sus estrategias de optimización fiscal para pagar el mínimo posible de impuestos, nos lo pone difícil. Urge repensar una economía digital (aunque no solo digital) más descentralizada, realmente al servicio de las personas: trabajadores y usuarios, con estructuras de propiedad que reflejen estos intereses y no únicamente los de los accionistas.
También es fundamental conseguir que la transición verde esté realmente al servicio de las personas. La UE estima que en 2050 el 45% de la energía renovable estará producida directamente por los ciudadanos, a través del autoconsumo, las comunidades energéticas y las cooperativas de energías renovables. En nuestras manos está acelerar ese proceso, subvencionado por el Estado (IDAE) y las comunidades autónomas, que utilizan fondos 'Next Generation EU', que nos permitirá ahorrar y fomentar la autonomía estratégica de nuestros países. En Francia, tras la liberalización del transporte ferroviario de pasajeros, los ciudadanos están recuperando vías férreas abandonadas (como la vía que une dos grandes ciudades como Burdeos y Lyon, atravesando la Francia despoblada) a través de la cooperativa ciudadana RailCoop.
El futuro no está escrito, los instrumentos para participar existen y se pueden renovar si es necesario. Ganar el futuro está en nuestras manos.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.