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Si no hay nuevos obstáculos en el camino, este martes el Consejo de Ministros aprobará el nombramiento de Dolores Delgado como fiscal general del Estado, una vez superados los trámites que marca la ley y que han supuesto un auténtico vía crucis para la exministra de Justicia. La oposición la tiene enfilada y no desaprovechará esta gran oportunidad, cuando el asunto de la vicepresidenta de Venezuela y el ministro Ábalos está casi amortizado, y no interesa abundar demasiado en los tejes manejes del noviazgo entre el PP de Euskadi y Ciudadanos. Así que, el futuro se le presenta complicado a la fiscal general del Estado.

Del mismo modo que Delgado quiere introducir más mujeres en puestos de responsabilidad y reforzar a los profesionales que componen el Ministerio Público, ha dado a conocer su propósito estrella: «Reducir la idea de que la Fiscalía es una institución bajo sospecha, de acuerdo a los vaivenes políticos». Ahí es nada cuando está extendida la impresión de que la Fiscalía General del Estado no siempre ha mantenido su imparcialidad.

En su reciente vía crucis, la primera parada fue la reunión que celebró el Consejo General del Poder Judicial, encargado de comprobar que los requerimientos de méritos y años en la carrera eran correctos. Los vocales más cercanos a la derecha aprovecharon para meterle el dedo en el ojo con unas críticas que parecieron interesadas.

La segunda parada, su reciente comparecencia ante la Comisión de Justicia del Congreso de los Diputados. Ahí fue donde Dolores Delgado, obviando las críticas que ya esperaba de las formaciones conservadoras y de la ultraderecha, se centró en dar a conocer el programa de trabajo que considera debe abordar ahora la Fiscalía General. Delgado recordó a sus maestros, los fiscales Carlos Jiménez Villarejo y José María Mena, para exponer un impresionante currículo nacional e internacional, marcado por la lucha tenaz contra el crimen organizado y el terrorismo, y contra los crímenes de lesa humanidad.

Manifestó que su intención era impulsar el papel de la Fiscalía en la protección de las víctimas de todo tipo y origen, haciendo hincapié en los indefensos menores no acompañados. Algo que Vox mantiene en su diana. De momento, le aguarda la responsabilidad de nombrar 50 altos cargos, con la agitación que acompaña a ese tipo de trámites. Pero ella es una mujer con un gran equipaje profesional y cuenta con la fuerza de sus convicciones. No en balde ha peleado, no solo contra el yihadismo, sino en un mundo de hombres, muy corporativo, y en el que las mujeres se abren paso a duras penas.

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laverdad El futuro de la fiscal general