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Cuando los sicarios de Tiberio y Antonia, la abuela de Calígula, acabaron con Sejano y con su familia se encontraron con una dificultad. La ley romana prohibía la ejecución de vírgenes, así que el verdugo tuvo que violar a Junila, hija de Sejano, que no tenía ni diez años, antes de asfixiarla. La maniobra de Salvador Illa es menos criminal, pero la desfachatez por ahí anda. Dimite mañana y se libra de comparecer el jueves en el Congreso. Hasta en UP sorprende la argucia. Asens ha pedido al ministro de Efecto que espere dos días para la dimisión y rinda cuentas. A veces hay que poner límite a que el término surrealista se utilice tan alegremente. Pero ya me dirán si lo de Illa no es «irracional o absurdo». Un ministro de Sanidad que huye en plena pandemia. Un ministro inútil que se beneficia (el famoso efecto) de salir mucho en la tele mostrándose incompetente. Ahora dicen que se burla del Congreso. No se va a reír solo de los españoles.
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