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Comparar las opiniones con los datos es una parte esencial del método que emplean las ciencias que se ocupan de realidades tangibles, como distintas de las entidades matemáticas y lógicas. Aquí trataré de aplicarlo para refutar algunas opiniones sobre la pandemia en España que, estando muy extendidas, me han resultado particularmente desconcertantes.
Hay una presunta deslealtad de la oposición democrática al gobierno habitualmente llamado central, de Madrid, o del Estado, por no llamarlo lo que es: el Gobierno de España. Lo cierto es que tanto el PP como Cs, e incluso Vox, han apoyado el estado de alarma, su extensión y el confinamiento reforzado. Y, por ahora, no han pedido la dimisión de ningún ministro, ni siquiera del responsable de haber comprado miles de pruebas de diagnóstico inútiles. Cuando lo del ébola, la oposición de entonces pidió de inmediato la dimisión de la ministra de Sanidad, aunque no hubo ningún fallecido. No veo deslealtad en ningún sitio, salvo quizás en los apoyos separatistas del Gobierno, que no solo lo criticaron, sino que no apoyaron las medidas propuestas.
Al parecer, falta colaboración entre los gobiernos de las comunidades autónomas y el Gobierno de España. Tampoco los datos lo corroboran: ninguna gobernada por la coalición entre el PP y Cs ha dejado de cumplir alguna de las instrucciones gubernamentales. Y tampoco Galicia, donde el PP gobierna en solitario. Es más: algunas, como Murcia, Andalucía y Galicia, han enviado material sanitario a Madrid, azotado por la epidemia. Afortunadamente, esa colaboración ha sido recíproca. También los gobiernos de Castilla-La Mancha y Extremadura, de color socialista, han auxiliado a Madrid. Y en Murcia, el dirigente socialista se ha mostrado dispuesto a negociar el presupuesto regional si fuese preciso. Mi impresión es que el nivel de entendimiento entre los principales gobiernos, excluidos los separatistas, es satisfactorio, tanto por parte socialista, como popular y ciudadana, sin que los voceros hayan interferido.
Se dice que algunas críticas al Gobierno español padecen el llamado sesgo retrospectivo, tan propio del capitán Aposteriori: una vez conocidos los hechos, es fácil predecirlos. Por ejemplo, el Gobierno no sabía antes del 8-M la gravedad de la crisis y, por tanto, no tenía motivos para aconsejar que no hubiese concentraciones masivas, como la manifestación feminista y la asamblea de Vox. Lo cierto es que el 6-M el Ministerio se Sanidad pidió suspender el congreso evangélico del 19-M porque, decía el escrito, se había detectado un preocupante nivel de contagio entre ciudadanos que no venían de zonas de riesgo.
Y está claro que los recortes populares a la sanidad en Madrid han sido muy perjudiciales. Lo cierto es que el número de médicos en la sanidad pública madrileña por mil habitantes es idéntico al que hay en la andaluza, gobernada tres décadas por los socialistas, y más del doble que en la Cataluña gobernada por los separatistas. Y que el número de camas hospitalarias públicas por mil habitantes también es mayor en Madrid que en Andalucía y Cataluña. Y que su tiempo de espera para cirugía es el menor de España.
¡Ah! Y el Gobierno murciano es una panda de inútiles. Lo cierto es que la probabilidad de contagiarse en la Región es la menor de España, y que el Gobierno murciano se anticipó al imponer el confinamiento costero y pedir el reforzado. Y la segunda con menos riesgo es Andalucía, escarmentada con la listeriosis.
Por supuesto, las residencias de ancianos están mal gestionadas, dado el alto número de fallecidos en ellas. Se sabe que el 80% de los fallecidos por coronavirus tiene más de 70 de años, pero es que ese era el porcentaje de fallecidos en esa edad antes del coronavirus. Sí, los ancianos, con virus y sin él, tendemos a morirnos y, maldita sea, nos concentramos en las residencias. Son tan culpables de que se mueran los viejos como los hospitales de concentrar tantos enfermos o las cárceles tantos delincuentes. El personal sanitario de las residencias tiene un mérito especial porque afrontan la situación más delicada. Y con los tanatorios saturados, no es imposible que tengan que albergar algún cadáver más de un día.
Bueno, China lo ha hecho muy bien. Bueno, en China nació la epidemia y no por casualidad, sino porque carecen de un sistema eficiente de control sanitario de alimentos, con lo que recurrentemente sufren enfermedades de origen zoonótico. Es más, castigaron al médico que avisó de que había una epidemia y, a continuación, prohibieron los libros de Vargas Llosa. Para mi gusto, quien lo hizo bien fue Corea del Sur, detectando masivamente a los portadores asintomáticos y sin prohibir la libertad de expresión.
Otrosí: las zoonosis chinas nos enseñan el papel esencial que los veterinarios españoles y otros profesionales del control de alimentos juegan en mantener nuestra salud. Aunque pasen desapercibidos, son esenciales.
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