El final de Pedro Sánchez
ASÍ ME PARECE ·
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ASÍ ME PARECE ·
No ha comprendido que los españoles no esperaban un giro a la izquierda del presidente, sino un reconocimiento de sus erroresEn más de una ocasión, se han celebrado las exequias políticas de Pedro Sánchez. Se le dio por muerto cuando el PSOE obtuvo los peores ... resultados en unas elecciones generales. Después se negó a abstenerse en la investidura de Rajoy, y en octubre de 2016 el comité ejecutivo de su partido le indujo a dimitir. Por razones de coherencia, renunció al acta de diputado. Entonces casi todos le dieron ya por definitivamente muerto. Pero Pedro Sánchez resucitó otra vez. Por su cuenta, recorrió las agrupaciones socialistas de toda España; y logró vencer en las primarias a la candidata oficial, a la que apoyaban todos los viejos iconos del PSOE. Esta victoria no se le ha perdonado a Pedro Sánchez. Ganó democráticamente la secretaría general. Pero ni Felipe González, ni Alfonso Guerra, ni algunos periodistas tan significados como Juan Luis Cebrián ocultan desde entonces su antipatía hacia Pedro Sánchez, y no desaprovechan ocasión para atizarle sin piedad.
En 2018, Pedro Sánchez tuvo la osadía de plantear y de ganar una moción de censura a Mariano Rajoy. De este modo, Sánchez alcanzó la presidencia del Gobierno. Pero, desde entonces, los del PP esto no se lo han perdonado nunca. Le llamaron «okupa», olvidándose de que la moción de censura es un mecanismo democrático que la propia Constitución habilita, y olvidándose del fundamento ético de esa moción de censura. Después, en 2019, Pedro Sánchez ganó dos elecciones generales. Daba igual: le seguían llamado okupa. De este modo, y hasta ahora, Pedro Sánchez ha sobrevivido. Pero habiéndose ganado implacables y acérrimos enemigos internos y externos.
El debate del estado de la nación ha sido una inigualable oportunidad para que cada uno expresase su estado de ánimo. Todos los partidos del arco parlamentario saben que, si tras las próximas elecciones generales Pedro Sánchez no logra la presidencia del Gobierno, serán sus propios enemigos del PSOE los que políticamente le asesinen. Ahora mismo, los cuchillos ya se están afilando. Y correrá la sangre en Ferraz. Por eso, los portavoces de la oposición, que ya huelen la cercanía de La Moncloa, se han dedicado en este debate a clavetear las tablas del ataúd político de Sánchez.
Pero el presidente del Gobierno se resiste a morir. No se resigna a su trágico destino. Se refugia en el tópico de que el Gobierno no ha sabido explicar a los ciudadanos los éxitos de su gestión. Y se agarra al clavo ardiendo de que recuperará la iniciativa política y logrará convencer a su electorado.
Y, ciertamente, en estos tiempos tan difíciles, los aciertos del Gobierno de Sánchez han sido muchos y muy importantes: logró que los Estados de la Unión Europea aceptaran los fondos de recuperación, para superar las consecuencias económicas de la pandemia. La figura de los ERTE logró que muchos pequeños y medianos empresarios se salvasen de la ruina, y que muchos trabajadores no se vieran abocados a la miseria. Las medidas sanitarias fueron acertadas, y la campaña de vacunación ha constituido todo un éxito; la reforma laboral ha logrado reducir la precariedad de los puestos de trabajo; y en la guerra de Ucrania, el Gobierno y el PSOE, a pesar del infantilismo y de la inmadurez de Podemos y de otras izquierdas, se han situado con firmeza en el lado bueno de la Historia.
Sin embargo, Pedro Sánchez ha cometido tres errores muy graves que realmente pueden llevarle a la sepultura política. Primero, el cambio radical en la política exterior sobre el pueblo saharaui, sin haber previsto las consecuencias de esta decisión en las relaciones con Argelia, que es nuestro principal suministrador de gas. Segundo, mantener el Gobierno de coalición con Podemos, y facilitarle desde el Gobierno la creación de una nueva plataforma electoral de izquierdas, completamente hostil al PSOE. Parece que Pedro Sánchez no ha entendido la lección de Andalucía: la izquierda solo gana si es el PSOE el que gana. Las demás izquierdas no suman, sino que restan y dividen. Y el tercer y gravísimo error ha sido pactar con Bildu el proyecto de Ley de Memoria Democrática. Los crímenes de ETA de ningún modo se pueden blanquear. Y entre 1976 y 1983 ETA asesinó a mucha gente.
Estos tres errores son los clavos del ataúd político de Pedro Sánchez. Y lo más grave para el PSOE es que, en su obcecación, Sánchez ni siquiera reconoce que sean errores. Su actitud me recuerda el delirio suicida de Albert Rivera. Sánchez no ha comprendido que en este debate del estado de la nación los españoles no esperaban un giro a la izquierda del presidente del Gobierno, sino un reconocimiento de sus errores y un propósito de rectificación.
¿Tiene tiempo Sánchez para resucitar otra vez? ¿Tiene tiempo para rectificar sus errores? La opinión pública estaba formada antes del debate del estado de la nación. Al trasatlántico de la opinión pública le cuesta mucho virar, pero, cuando lo hace, es muy difícil enderezarle el rumbo.
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