Las fiestas, Romian y el follón de las sillas
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Desconozco los asideros legales a los que se podrá agarrar el Ayuntamiento para rescindir el contrato, pero, desde luego, debe intentar por todos los medios hacerloEvito los preámbulos porque mi itinerario de penurias y ansiedades durante estas fiestas por culpa de Romian exigiría la extensión de una novela de Dostoyevski. ... El 29 de marzo escucho en la radio que ese mismo día se ponían a la venta las sillas para la Semana Santa. Por primera vez en la historia, lo que podríamos denominar el 'recorrido oficial' de las procesiones se ponía a la venta. Durante todo ese día, la web estuvo colapsada –supuestamente porque, en Francia, se había desatado una fiebre súbita por acudir a la Semana Santa de Murcia, y medio país intentaba reservar localidades al mismo tiempo–. Cuando, al día siguiente, se solventaron los problemas, la gran sorpresa –o mejor: el primer gran disparate– fue que se podía elegir calle o plaza, pero no un sitio específico, ya que no te permitían seleccionar número y te lo asignaban según el orden en el que ibas comprando.
Como amante de la Semana Santa que soy, el 30 de marzo compré sillas para Viernes de Dolores, Sábado de Pasión, Domingo de Ramos, Lunes Santo, Miércoles Santo y Viernes Santo por la mañana. Desde que tengo uso de razón, mis padres me han llevado a ver las procesiones. O dicho de otro modo: no recuerdo una Semana Santa que no la haya vivido junto a ellos. Llamé a mi madre y le expliqué que había ya comprado las sillas, pero que la aplicación no me permitía seleccionar el lugar concreto. A lo que mi madre me contestó que, en ese caso, no se podía venir: por cuestiones que no vienen al caso, ella necesita ir al servicio cada poco tiempo y necesita estar junto a una cafetería. En un intento de dar una solución al requerimiento de mi madre, cometí mi primer error: ponerme en contacto con Romian Producciones. Les comenté lo que me pasaba y me respondieron que no había problema: ellos me cambiarían las sillas que había comprado por otras cerca de una cafetería en concreto. Los días pasaban y, pese a las promesas de solución, nada sucedía. Hasta que el jueves 23 –vísperas del Viernes de Dolores– me llega un 'email' de Romian en donde se me informa que el cambio había sido hecho, y me adjuntaban un listado cutre en el que decía: «Viernes 24: 4 sillas; Sábado 25: 4 sillas...». Perplejo, llamé al teléfono de información y les advertí de que no me habían enviado ningún justificante con la numeración de mis nuevas localidades. Me contestaron que no era necesario, y que el acomodador de la zona sabía que, cada día, me tenía que reservar cuatro o cinco asientos en la nueva ubicación. Me temí lo peor. Y sucedió lo peor.
Cuando llegué el Viernes de Dolores a la 'zona' en la que tenía las sillas, ningún acomodador sabía nada. Tuve que dar mil explicaciones, buscar al coordinador. Ese día, la concesionaria no tuvo tiempo de numerar las sillas y cundió el primer momento de caos. Al día siguiente, llamé al propietario de la empresa –a esas alturas, ya me conocía a todo el organigrama– y le exigí que me diera unas sillas numeradas 'donde fuera', aunque supusiera estar lejos de una cafetería. Bajo la promesa de que el Domingo de Ramos tendría mis sillas numeradas, el sábado solventaron la cuestión de mis cuatro sillas dejando de numerar otros tantos asientos. Otra chapuza. Llegado el domingo, me encuentro con otra coordinadora para que me diera mis plazas numeradas y me entrega cinco tickets en los que, en cada uno de ellos, rezaba: «Válido para toda la Semana Santa». Le espeté: «¿Pero esto qué es? Siguen sin estar numeradas. Voy a tener los mismos problemas». Ella me dijo que no. Esa misma noche, en la zona en la que estaba sentado, varios afectados por el caos interrumpieron el paso de la procesión y ya de paso se cebaron conmigo, llamándome, delante de mi hijo, «sinvergüenza» y otro tipo de lindezas. Estresado, dolido y con miedo, volví a ponerme en contacto con Romian exigiéndoles una solución definitiva. Me dijeron que, al día siguiente, me enviarían mis nuevos asientos numerados. Y, naturalmente, lo que me enviaron fue otra chapuza. Me dieron para las procesiones que faltaban una numeración alternativa a la oficial que lo volvía a liar todo más.
Harto de todo, y con deseos de perderlos de vista y no volver a hablar con ellos, decidí perder las sillas ya compradas el Miercoles Santo –50 euros– y comprar otras tantas ya numeradas, con independencia de donde cayeran. Ese día se suspendió la procesión, por cuanto perdí 100 euros. El Viernes Santo por la mañana renuncié a las cuatro sillas ya adquiridas, e irme a verla a San Andrés. No soportaba más estrés e incompetencia. Como yo, miles de murcianos han sufrido las siete plagas juntas que ha representado Romian Producciones. No dudo de que el Ayuntamiento ha sido el primer estafado por esta empresa. Pero, a continuación, hay muchos ciudadanos a los que la nefasta gestión de esta empresa les ha amargado las fiestas. Después de dos años a secas por la pandemia, esperábamos la Semana Santa y las Fiestas de Primavera con una especial emoción. Y, sinceramente, y en mi caso, la pasada ha supuesto la peor Semana Santa de mi vida. Desconozco los asideros legales a los que se podrá agarrar el Ayuntamiento para rescindir el contrato a Romian Producciones. Pero, desde luego, debe intentar por todos los medios hacerlo. Esta empresa es una maldición para la ciudad de Murcia y sus fiestas. Peor no se puede hacer. Resulta imposible.
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