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¿Cómo os pillo? Espero que bien, descansando, digiriendo mal que bien y conllevando la resaca. Para nota: en el sofá, picando sobras y con ... el móvil en silencio. Igual es mucho detalle, pero yo es que os visualizo. En serio. Vosotros estáis ahí tranquilamente leyendo #Espejismos y yo os veo por un agujerito. Tranqui que estáis superguapos. También en domingo, también en uno de enero. Lo vuestro es una cosa espectacular.
¿Os imagináis tener que vestiros aprisa y corriendo ahora? Voy a aprovechar el estado de ánimo del momento para mi contenido habitual. ¿Y qué contenido es ese? Bueno, pues críticas al neoliberalismo y chascarrillos. Va el chascarrillo: el diccionario Oxford ha escogido, mediante consulta popular, 'modo goblin' como expresión del año. Por si no la habíais oído, entrar en 'modo goblin' es una cosa parecida a que el uno de enero caiga en domingo: pasar el día con la bata encima del pijama, viendo series chorra y comiendo lo primero que pillas. El éxito del concepto ha sorprendido hasta a los propios organizadores de la consulta, que no esperaban una participación tan masiva. Y aquí viene la parte crítica: algo le pasa a una sociedad con un deseo tan apremiante de, simplemente, no hacer ni el huevo. Por qué pasar un tiempo sin peinarte, producir ni subir fotos a Insta de lo que acabas de cocinar es de repente un hashtag y una tendencia rompedora.
¿Porque estamos hasta el toto de la sacrosanta productividad? No sé, dímelo tú. Seguro que hay expresiones –como 'darlo todo', 'la mejor versión de ti mismo', 'petarlo' o 'perseguir tus sueños'– que hemos utilizado mucho más, pero a la hora de preferir, nuestro corazón lo que prefiere es esclafarse en el sofá y que persiga sus sueños Rita, que para eso es cantaora. Descansar un rato de esa presión continua por ascender, estar más divino en los selfies, tener la familia más perfecta, aprovechar al máximo el tiempo libre y fidelizar a más seguidores que nadie. Poner en silencio la culpabilidad y la comparación permanente con esa gente puntera de las 'stories'. Abandonar la carrera justo a la altura de la churrería. Que una cosa lleve a la otra. Chuparte el aceite y el azúcar de los dedos por no levantarte a lavarte las manos. Pasar.
¿Se puede, de verdad, pasar? Bueno, pues claro que no. A no ser que seas alguien tipo, no sé, Tamara Falcó (que ojalá entrase en modo goblin una temporada, la verdad), te vas a ver obligado más pronto que tarde a vestirte e ir a currar. Las facturas no se pagan solas. Puede que, al final, también te entre el gusanillo de peinarte y asomar el jeto por las redes, por aquello de ligar y tal. Te mirarás con esfuerzo en el espejo el culo carpeta que se te ha puesto de tanto sofá, y te irás a YouTube a conocer de una vez a Patry Jordán. Pero ey. Igual tu cuerpo te está pidiendo que dosifiques. Que empieces a dar un 75% de vez en cuando en lugar de todo. Que la versión pasable de ti mismo no está mal y que, si los tienes que perseguir tanto, puede que esos sueños no sean del todo tuyos, lo cual si lo piensas los convierte un poco en pesadillas. En resumen: que te acabes la pizza y mañana (que también es festivo, por cierto) ya se verá si nos peinamos o qué.
Mi propósito para 2023 es, ya lo habréis adivinado, no tener que hacerme propósitos. Qué estrés de propósitos, la verdad. Con lo bonicos que son los deseos. Y cerrar el año sin 'hacer balance', menuda ordinariez. Nuestras vidas en la era neoliberal parecen asientos contables. Mi deseo para 2023 es no contabilizar ni siquiera las lecturas, esa práctica tristísima que está tan de moda últimamente, y si consigo por fin sacar libro me dará igual entrar o no en las listas de lo mejor del año. Las ignoraré igual que las estoy ignorando ahora, y elegiré mis lecturas bicheando librerías, no al dictado de tal o cual medio –normalmente interesado– de comunicación. Tendré días de darlo todo y días de dar cuarto y mitad, pero me atendré a una pereza militante y no los convertiré en 'momentos' para generar capital simbólico en redes sociales. Qué vida más pobre la que tiene que dedicarse, hasta en los ratos de ocio, a producir, extraer, monetizar y competir. Qué pena invertir el nombre propio para transformarlo en marca. Este año seguiré prefiriendo, frente a eso, no hacer nada. O al menos lo intentaré, yo qué sé. Feliz año goblin, gente bonica.
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