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Existe una cosa llamada 'agenda 2030', menos ambiciosa al parecer que la 'agenda 2050' del presidente Sánchez, que se puede resumir en que en el año 2030 la gente, concienciada, «no tendrá nada y será feliz». Si esa es la agenda 2030, imagino que la ... de 2050 consistirá en que en nuestra tumba no faltarán felicísimas flores frescas, cortesía del socialcomunismo de rostro amable. Ya me explico por qué nunca he querido llevar una agenda. Espero que esa fecha llegue lo más tarde posible, como cuando en la infancia el veraneo era eterno y el inicio de las clases en septiembre algo inimaginable, por apocalíptico. La agenda 2030 es aún menos apetecible, como si fuese por lo menos octubre.
Si el globalismo dice que la idea es que para esa fecha la humanidad haya retornado a la naturaleza y no necesitemos bienes, en realidad lo que están diciendo es que solo necesitemos las cosas que ellos digan, que son las que los harán cada vez más ricos y poderosos. Yo no quiero un mundo donde pueda ducharme con agua caliente solo cuando el sol caliente las placas solares, y cuando no amasar mis 'rastas' con guano de paloma como toda 'toilette'. Yo no quiero volver a limpiarme el trasero con papel higiénico El elefante, el primer intento, nada convincente, de papel reciclado para ese menester del que tenga noticia, cuyos lóbregos detalles no voy a dar pero resultan inolvidables para los mayores de 40. ¿Y qué es esa basura de las pajitas de cartón que saben a wáter?
Yo no quiero, como clamaba Chesterton, que los ricos lo sean cada vez más y nos convenzan a los pobres de que no solo debemos ser pobres sino también parecerlo. Que nos quiten las pequeñas alegrías de los pobres (Chesterton se indignaba con el puritano horario de cierre de las tabernas, sin pandemia ni nada) porque no podemos tener las grandes alegrías de Bill Gates, que con ese careto que tiene supongo consistirán en las mismas del filántropo –el «ogro filantrópico»– Warren Buffet, quien al parecer recoge en persona su desayuno para llevar a la oficina en el McDonalds y los infelices cajeros le dicen «que tengas buen día, Warren». Que tengas buen día, Bill, buen día, George, buen día, Pedro. A los neoesclavos 2030 nos hacéis el honor de que os podamos llamar de tú, y solo con ese subidón ya pasamos el invierno.
Si Chesterton (u Orson Welles) querían volver a una 'little England' donde hubo algo parecido a la vida y «los narcisos olían más dulce» –la frase es de Welles–, frente a la Inglaterra puritana e imperial que era lo más parecido entonces a una dictadura vegana de Greta Thurnberg, no era para depender de lo que el globalismo 2030 entiende por regreso a lo fundamental, sino justamente lo contrario. Lo contrario a ser gobernados por una élite inelegible y siniestra que nos diga lo que tenemos que amar y necesitar, que es nada salvo tal vez un poco de carne acrílica y, si acaso, algún transgénico con pseudópodos. Una 'nada' que les va a reportar todos los réditos y que es lo mejor para nosotros. Cómo se nota que les dieron pocas hostias de pequeños.
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