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Ya les he hablado en alguna ocasión sobre uno de los más eficientes motores de la vida, la búsqueda de la belleza. Poniéndonos poéticos, la ... belleza es un regalo divino que nos envuelve con su magia, llenando los sentidos con una sensación maravillosa de paz. Se puede encontrar en múltiples escenarios y depende del punto de vista de cada persona. Aunque existe un cierto canon en el que coinciden la mayoría de los individuos. La naturaleza y las personas acumulan una buena parte de las experiencias de belleza, aunque también se encuentra en ciertos lugares, en el arte, la música, la literatura, la ciencia o la técnica, es decir, en actividades creativas o que generan armonía.
A pesar de la importancia de esta búsqueda, lo cierto es que normalmente vivimos, unos más que otros, rodeados de fealdad. Este es un término subjetivo que se refiere justamente a la ausencia de belleza o a una percepción negativa de algo o alguien. Ciertamente sucede que lo que una persona encuentra feo, otra puede encontrarlo hermoso. Ya conocen varios de los dichos populares, como que 'para gustos están los colores', o que la 'suerte de la fea, la guapa la desea'. Yo añadiría que 'a nadie le amarga un dulce', lo que uniformiza en cierta manera los gustos de la mayoría. Suponiendo que estemos de alguna manera programados genéticamente para la búsqueda de lo bello, no deja de ser sorprendente que haya quien pase buena parte de su vida sin inmutarse en entornos de fealdad y dejadez.
Sin irnos lejos, en España se han ido degradando entornos y construyendo desordenadamente otros sin que parezca que a nadie le preocupe mayormente la armonía, ni siquiera la mínima limpieza. Y sí, pese a los eslóganes turísticos, tristemente muchos pueblos y ciudades españolas son tremendamente feos. Y cuando no lo son, parece que se hayan preocupado por llenarlas de bodrios en portales o ventanas, o en crear estercoleros por las esquinas para estar a la altura de la fealdad general. En esta época en la que los políticos crean organismos para casi todo tipo de asuntos, algunos de peregrina naturaleza e interés, me sorprende que a nadie se le haya ocurrido algún negociado para preservar y recuperar la belleza de nuestro entorno. Por el contrario, cada hijo de vecino hace lo que le parece, a menudo añadiendo su granito de fealdad.
En este panorama, no es de extrañar que la fealdad esté incluso de moda. Dicen que hay quien se presenta, a propósito, mucho más feo de lo que es y hay establecimientos que usan como reclamos auténticos esperpentos. Y para quienes se espanten de lo feo, o prefieran disimularlo, seguro que habrá intentos de culpabilizarlos, como afirma otro dicho: 'La fealdad es un defecto en el ojo del espectador'.
Centrándome el nuestras ciudades y campos, suelen ir de la mano la belleza y el cuidado. Los lugares más feos suelen estar más degradados. Muchas personas se acostumbran a vivir en ellos sin que les cause preocupación alguna. Es probable que esto se deba a la adaptación. Ya saben que nuestro cerebro es capaz de acostumbrarse a cualquier situación, incluso a las más desagradables. Con el tiempo, lo que al principio causa repulsión, termina por convertirse en algo normal. Vivir rodeados de basura, edificios a medio hacer y zonas descuidadas, se convierte en algo cotidiano, y dejamos de prestarle atención. Es más, es bastante normal que estas personas se ofendan cuando se les dice que su pueblo es feo. Recuerdo una anécdota de hace ya muchos años. Caminaba por el campus de Espinardo con un visitante de una universidad norteamericana, cuyos campus suelen estar impolutos, y me llamó la atención sobre las basuras acumuladas que nos salían al paso, haciéndome la broma de preguntarme si la palabra Espinardo quería decir basura en español. Con cierto bochorno, escribí un mensaje en la lista de anuncios de la universidad contando el incidente para llamar la atención y, ante mi sorpresa, hubo contestaciones de personas que parecían sentirse ofendidas. Convivir con la basura a diario no parecía ser ningún problema, pero sí que alguien viniendo de fuera lo dijera.
La adaptación, la falta de alternativas y de responsabilidad son algunas de las razones por las que muchas personas se acostumbran a lo feo, sin que les resulte preocupante. Quiero pensar que no estamos condenados a vivir entre la fealdad y les animo que, tanto a nivel colectivo como individual, contribuyamos a diario a elevar el nivel de belleza en nuestro entorno.
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