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Tiene delito que habiendo docenas de palabras y locuciones para expresar el asombro, la admiración o la sorpresa, entre ellas 'arrea', 'el copetín de Bullas', ' ... ostras' u 'ondiá' (eufemismos sustitutorios de zafiedades poco recomendables), la murcianísima 'pijo', 'caramba', 'válgame Dios' –añádanles las exclamaciones correspondientes–, vengamos a utilizar una palabra llegada de fuera, 'wow' (pronúnciese guau), que es la manera como, entre nosotros, ladran los perros.
A fuer de modernos, caemos en esnobismos propios de disidentes de su idioma. Porque se entiende que, cuando no existen palabras para expresar lo que queremos, bien está recurrir a otra lengua, pero poseyendo una llena de riquezas expresivas, capaces de precisar con meridiana claridad hasta el último resquicio del pensamiento, no parece recomendable andar en connivencias que nada mejoran la que ya poseemos. Acéptese mi anterior uso de 'snob', pues, siendo expresión inglesa, se trata de un acrónimo despectivo de la frase latina 'sine nobilitate', es decir, sin nobleza.
Los generosos lectores me disculparán algunas redundancias y excesos, movidos por el respeto a nuestra lengua (fui profesor de la materia) y el ardor didáctico puesto en defenderla de intromisiones, asechanzas y abusos que la deterioran. Todo ello desde el convencimiento de que conviene abrir la mente a otros idiomas, pues todos reflejan mundos diferentes del nuestro y nos redimen de la contemplación del propio ombligo, mostrándonos realidades que nos enriquecen con interesantes perspectivas.
Se cuenta que, durante la invasión napoleónica del XIX, cierto general francés necesitaba proveer a sus tropas en Sevilla de animales de carga y arrastre tales como asnos, mulas y caballos. Convocó una reunión para que los tratantes de ganado hicieran sus ofertas. Allí se desató la picaresca, pues los vendedores intentaron colarle animales de desecho: este con un ojo tuerto, aquél lleno de mataduras, un asno rabimocho con la cola unida toscamente al espinazo con alambre, el de más allá visiblemente cojo... A cada pase, el general objetaba: 'plaît pas', es decir, no me gusta, que quedó como expresión negativa en la memoria popular sevillana, extendida más tarde al resto del país, con el término 'plepa', también 'pepla', para señalar a cualquier persona o cosa con defectos físicos o morales, así como los pequeños achaques molestos y fastidiosos.
El numerónimo OK –pronunciada 'okei'–, cuyo signo 'O' no indica la letra 'O' sino el número '0', se suma a 'conforme', 'de acuerdo', 'vale', 'sí', 'adelante', para dar el visto bueno y expresar actitudes de conformidad con otra persona. 'OK' parece proceder de la jerga militar. Una de las versiones apunta que, durante la guerra civil norteamericana, los destacamentos que regresaban sin bajas de misiones arriesgadas lo indicaban en una pizarra con las siglas OK, es decir, 'zero killed', ningún muerto. De donde pasó a la lengua civil como sinónimo de asentimiento. La palabra posee, por otra parte, la expresión gestual de un círculo formado por índice y pulgar, con el resto de los dedos extendidos.
En un artículo anterior hablé de 'chumino', voz considerada vulgar, que, sin embargo, posee un distinguido origen. Según el profesor Luciano Aniorte en su utilísimo 'Diccionario etimológico de familias de palabras', 'chumino' fue, en tiempos anteriores a la electricidad, un sencillo quinqué doméstico. Dado que las mujeres dan a luz a través de sus órganos genitales, la palabra 'chumino' acabó aplicándose a ellos, al tiempo que se cargaba de connotaciones zafias, a pesar de tan impecable procedencia. Otro amigo, Ricardo Alarcón, me propone una novedosa versión, en este caso picante y humorística. Se dice que, en el S. XVIII, cuando llegaban los barcos ingleses al puerto de Málaga, los marineros, afectados por meses de abstinencia, les gritaban desde cubierta a las prostitutas que acudían al muelle que se levantaran las faldas. Sus palabras eran: 'show me now' –enséñamelo ahora–, frase que suena parecida al 'chumino' de marras (también lo he oído pronunciar 'chomino'), lo que daría origen al término. Reconozcamos, con el dicho italiano, que 'se non é vero é ben trovato'.
Por último, me referiré a la faramalla de anuncios y presión comercial sobre los sufridos consumidores de las rebajas conocidas como 'black friday', o viernes negro, que está arruinando el comercio tradicional, incapaz de ofrecer descuentos fuera de temporada. Denominación, al parecer, de origen innoble, pues el 'black' puede referirse a los esclavos negros del Sur norteamericano. Se dice que en los USA, tras la recogida del algodón, el precio de los esclavos, ya innecesarios para las faenas agrícolas, se reducía notablemente, por lo que el último viernes de noviembre se celebraban ferias populares con rebajas en el comercio de personas, una fiesta convertida hoy en una horrorosa manifestación del consumismo.
Las palabras, que incorporamos a nuestro vocabulario sin pedirles visado de entrada, como debe ser, a veces poseen curiosos linajes e inquietantes procedencias.
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