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Conocí a Ben y Nele en un pequeño bar del barrio judío de Budapest llamado 'Krimó'. Llegaron, como nosotros, buscando un lugar en el que ... poder festejar que el inicio de 2020 y el frío húngaro nos habían perdonado la vida. Evitar las colas de los locales de moda de la ciudad en plena Nochevieja y con las calles a rebosar no era tarea fácil, así que terminamos compartiendo mesa, la más grande del establecimiento. La pareja llegó sacudiéndose el frío junto a más de una decena de amigos. Abrimos hueco y, tras recopilar sillas de distintos puntos del bar, se acomodaron con nosotros. Pronto comenzamos a charlar sin orden. 'Qué hacéis aquí' fue la primera pregunta de todos contra todos. Ben es un australiano residente en Alemania y Nele, una berlinesa que vive de forma temporal en Hamburgo, donde ambos comparten piso. Estaban en la ciudad junto al resto en un reencuentro de viejos amigos. En el grupo había dos norteamericanos de ascendencia asiática, un húngaro -que parecía el cicerone- y algunos alemanes más. Tras la nacionalidad y los nombres, llegaron el resto de preguntas. Todas ingenuas y sencillas. 'A qué te dedicas' es siempre la siguiente en la lista. Somos periodistas, dije. Ellos se repartían entre arquitectos y diseñadores. La noche se alargó mientras nos conocíamos un poco más. El bar se fue vaciando, cruzamos contactos y nos despedimos. Luego, besos, abrazos y el abrigo hasta arriba para salir al aire helado del enero centroeuropeo.
Días después volvimos a vernos en otro local de la ciudad. Muchos de sus amigos habían emprendido el viaje de vuelta. En un ambiente ya más distendido e íntimo, comenzaron a interesarse por algunos detalles de la profesión y de la actualidad en España. Entonces llegó la cuestión: «¿Qué pasa en Cataluña?». Nada más oírla resoplamos con una media sonrisa. Pese a todo, nos pusimos a ello. Después de un rato intentando enumerar claves, comprendí que Ben y Nele se irían sin una idea clara de la situación. No era posible. Cómo explicar tantos años de errores y decisiones nocivas; cómo hacer entender, en lo que dura fría una bebida, la procedencia de un recorrido tan intrincado. Recordé entonces una máxima que solían repetirme en mis años de estudio: «Si existe, puede describirse». Pero hay relatos que requieren de un tiempo extra del que no disponíamos. Cuando volvimos a despedirnos pensé que, al menos, habían tenido la indulgencia de no preguntar por la situación política de la Región de Murcia. Con eso sí que no habría sabido ni por dónde empezar.
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