Un espacio para Ciudadanos
ASÍ ME PARECE ·
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ASÍ ME PARECE ·
España necesita un partido liberal, de centro, moderado, capaz de evitar la radicalización en un extremo u otro de los grandes partidos tradicionalesUna de las incógnitas de las elecciones catalanas (se celebren el 14 de febrero o el 30 de mayo) es la situación en la que quedará Ciudadanos. Las encuestas no son optimistas. Parece seguro que no volverá a ser el partido más votado, y que será relegado al cuarto o quinto lugar. El PSC y el PP compiten para convencer al anterior electorado de Ciudadanos. En cualquier caso, el resultado que obtenga el partido de Arrimadas será muy importante para su futuro. Por dos razones: primera, por el lugar en que se produce. Ciudadanos nació en Cataluña, y durante algunos años desarrolló su actividad política exclusivamente en las instituciones catalanas. Hace poco más de seis años decidieron dar el salto a la política nacional; al principio, con mucho éxito. Un fracaso electoral en la comunidad autónoma que le vio nacer, afectaría gravemente a la moral del partido en el resto de España. Y la segunda razón deriva del momento en que se van a producir estos comicios autonómicos, que coinciden con un periodo muy difícil de la historia del partido.
A nivel nacional, Ciudadanos empezó con buen pie. Se presentó ante la opinión pública española como un partido que había defendido con valentía la unidad de España, en donde era más difícil defenderla. Además, supo mantener una actitud firme frente a la corrupción. Para llegar a acuerdos con el PSOE en Andalucía, o con el PP en Madrid, o Murcia, exigió la dimisión y el alejamiento de ciertos personajes sobre los que pesaba la sospecha de corrupción. Y lo consiguió. La lozanía y el empuje de Ciudadanos lograron remover el cotarro, y romper ciertos anquilosamientos y rigideces.
En esta región, sin ir más lejos, le debemos a la influencia de Ciudadanos, entre otras cosas, la supresión de los cinco distritos electorales para las autonómicas, a los que se aferraban con tanto empeño el PSOE y el PP para facilitar la obtención de mayorías parlamentarias; la liberación de la actividad empresarial de las ITV, que se encontraba en una insufrible situación de casi monopolio; y la transparencia y apertura de los procesos de selección para acceso a los empleos públicos.
Esta claridad de sus criterios, y la firmeza con que los mantuvo, le proporcionaron a Ciudadanos importantes éxitos electorales. Pero se le indigestó el éxito, y ahí empezaron sus desgracias. Su presidente, Albert Rivera, políticamente enloqueció. Se creyó capaz de superar el PP, y de alzarse con la hegemonía del centro derecha español. La verdad era que el PP estaba atravesando un mal momento. Los escándalos de corrupción minaban su credibilidad social. Y los titubeos e indecisiones del Gobierno de Rajoy terminaron desanimando al electorado tradicional de los conservadores. Pero, a pesar de ello, Albert Rivera no midió bien sus fuerzas. Se equivocó al negarse en redondo a pactar con los socialistas, porque ¿qué partido de centro era ése que solo admitía pactos por su derecha? Y, en su obcecación por convertirse en el líder del centro derecha, se equivocó consolidando situaciones de poder del PP demasiado prolongadas en el tiempo, y que socialmente exigían una renovación.
En 2019, Ciudadanos pagó muy caros los errores de Albert Rivera. Pasó de ser, tras las primeras elecciones generales de ese año, un partido decisivo para formar gobierno, en el que hubiera sido vicepresidente Albert Rivera, a ser, tras las segundas elecciones generales de ese año, un partido irrelevante por su reducido número de escaños en el Congreso. Muchos personajes de prestigio, que habían fundado el partido, o que habían acompañado a Rivera en su trayectoria, discreparon con él, y se dieron de baja.
Inés Arrimadas heredó un partido hundido, que se deshilachaba en las provincias, cuyos dirigentes, ante los negros nubarrones del futuro, se apresuraban en abandonar el barco y buscar acomodo en el PP, o en el PSOE.
En mi opinión, Inés Arrimadas, ayudada por personas inteligentes, como Edmundo Bal, ha logrado restablecer la imagen de Ciudadanos como un partido de centro. Pero me temo que esto, por sí solo, no será suficiente para frenar su declive. La consolidación y el relanzamiento del partido exigirían tomar la decisión de convertirlo en un partido de masas, en el que la democracia interna funcione de abajo arriba. Esta tarea no es fácil. Tendrían que habituarse a los debates y a los conflictos en las provincias y en los municipios. Y tendrían que no tener miedo a que surjan baronías locales. Actualmente, Ciudadanos es un partido de cuadros, cuyo futuro depende de unos cuantos, de que no se peleen, de que no rompan la imagen. Pero solo los partidos de masas garantizan un voto organizado que constituya el suelo electoral en que se asiente el partido. Si no se entiende esto, después de las elecciones catalanas la vida de Ciudadanos será corta. Y sería una lástima, porque España necesita un partido liberal, de centro, moderado, capaz de evitar la radicalización en un extremo u otro de los grandes partidos tradicionales.
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