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Totana es uno de los municipios más castigados por la infección de la Región. Ha sufrido en 10 meses 127 días de cierre perimetral y ... confinamiento. A finales de septiembre, tras su segunda clausura, su incidencia acumulada a los 14 días casi llegaba a 2.000, multiplicando por cuatro la media regional. La desesperanza y la indefensión cundía entre sus habitantes y los agobiados profesionales de los dos centros de salud. Tras 7 meses de pandemia era obvio que el enfoque sanitario y de salud pública no estaba funcionando. Desde el SMS se propuso una vía alternativa: la estrategia comunitaria.
La idea que subyace es que los colectivos que se sienten más abrumados y tienen menos estrategias de afrontamiento (vulnerabilidad social) son los que, debido a sus condiciones de vida –precariedad laboral, hacinamiento habitacional, barreras culturales y de acceso al sistema de salud, etc.–, más riesgo de infección tienen. Buscar responsabilidad individual en los comportamientos de los ciudadanos sin considerar los aspectos socioeconómicos y culturales culpabiliza a las personas y discrimina a los grupos más vulnerables.
Un equipo multidisciplinar del SMS comenzó a trabajar en Totana. Se identificaron, activaron y coordinaron redes de organizaciones sociales, voluntariado y líderes comunitarios; se implicó a todos los partidos políticos en un pleno municipal donde las actitudes constructivas y colaborativas primaron sobre la confrontación; se mejoró la información epidemiológica para hacerla detallada y continua; se adaptaron los mensajes de salud pública en forma y fondo, traduciendo a varios idiomas alguno de los materiales, insistiendo, por ejemplo, en la ventilación y la importancia de realizar actividades al aire libre; se salió del centro de salud para llevar los mensajes a los barrios y casas a través de intervenciones informativas y diagnósticas, con test de antígenos, de cercanía; se asumió que los empresarios podían dejar de ser los sospechosos habituales para convertirse en verdaderos agentes de salud cuando se les daban herramientas y confianza; se comprometió a la comunidad educativa para la apertura segura de los colegios y se puso en marcha un recurso habitacional alternativo, La Charca, donde los casos positivos que no podían aislarse en sus domicilios, podían convivir en jardines y salas comunes.
Los resultados son sorprendentes. Totana disminuyó su incidencia acumulada con más rapidez que municipios como Lorca o Jumilla, también confinados y afectados por elevadas tasas en esos días. Pero, lo más importante, ha sido capaz de mantener una incidencia acumulada controlada durante toda la tercera ola (casi tres veces inferior a la media regional en este periodo y seis veces inferior a, por ejemplo, Lorca o Jumilla, que han sufrido un impacto grave de nuevo).
Las causas de esta 'resiliencia pandémica' pueden ser varias, desde luego, pero la sensación es que al dar protagonismo a la ciudadanía y a las organizaciones del territorio ha habido un proceso de empoderamiento y una conciencia colectiva de que son parte de la solución y no sujetos pasivos ante una catástrofe natural. En este momento existe un equipo de rastreadores formado por siete voluntarios de protección civil; los empresarios del campo trabajan con protocolos actualizados y se sienten orgullosos, además de por mantener abierto su negocio, por conservar seguros a sus trabajadores; hay líderes locales de diferentes nacionalidades y voluntarios, formados y motivados, que colaboran en la difusión de las estrategias preventivas. Y La Charca se ha convertido en una experiencia sociológica que irradia esperanza.
Debido a las necesidades de aislamiento que impone la pandemia, en La Charca han empezado a convivir personas de diferentes edades, países y condiciones. Ciudadanos sin techo o inmigrantes no regularizados, compartiendo espacio durante semanas con personas discapacitadas y mayores evacuados de residencias con brotes. Hay historias fantásticas como la de Josefa, 81 años, rebelde eterna en la residencia de procedencia e inmanejable en el hospital al que fue trasladada inicialmente para aislarla, que ha recuperado la ilusión y la capacidad de cuidar gracias al cariño de Carmen, discapacitada de nacimiento que se acercó a la gruñona solitaria con una sonrisa y un abrazo. Los jóvenes magrebíes mueven las sillas de ruedas de los abuelos y los ancianos comparten los cigarrillos con personas sin techo tomando el sol de la mañana.
El SMS está exportando a otros municipios azotados por la infección la estrategia comunitaria de Totana que, gracias a la colaboración de todos, ha conseguido sacudirse el estigma infectivo que rodeaba a la ciudad para convertirse en sinónimo de aprendizaje social, cooperación, resistencia activa y esperanza. Si el sustrato que perpetúa la pandemia es social, las soluciones también deben serlo.
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