
Los efectos de la pandemia en la salud de los menores, a debate
Domingo, 7 de febrero 2021, 09:13
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Domingo, 7 de febrero 2021, 09:13
Antonio Iofrío - Presidente de la Asociación de Pediatría Extrahospitalaria y de Atención Primaria en la Región de Murcia
Dicen que la distancia es el olvido. Pues aquí, durante esta pandemia que ha cambiado nuestra vida diaria, se han tomado algunas medidas que han puesto de manifiesto que hay un grupo de personas olvidadas, y que no están lejos, sino muy cerca de nosotros: los niños y adolescentes. «No entiendo cómo mis hijos pueden ir a una terraza o un centro comercial pero no pueden ir a un parque». Esta frase que me decía una madre refleja bien lo poco que se han tenido en cuenta sus necesidades. El hecho de que estos, en general, pasen la Covid-19 de manera asintomática o con síntomas leves ha contribuido a ese olvido. Sin embargo, la repercusión sobre su salud, tanto física como psíquica, es innegable.
Los pediatras de Atención Primaria hemos visto cómo muchos de nuestros pacientes han presentado alteraciones en el comportamiento, cansancio, aumento de peso –debido principalmente al aumento del sedentarismo– y problemas de sueño. Pero, además, hemos asistido al aumento de problemas sociales y económicos derivados de la pérdida de empleo o de la disminución de los ingresos familiares, agravándose aún más la desigualdad social. Algunos han sufrido también la separación de sus padres e incluso han presenciado o han sido objeto de violencia. El cierre de colegios e institutos, que ocurrió incluso antes de que se decretara el confinamiento, y el modelo educativo no presencial que se puso en marcha, sacó a la luz lo que se llamó la brecha digital, al no disponer muchas familias de los medios informáticos adecuados para poder seguir las clases en sus casas, con la consecuente repercusión académica. Por si no esto no fuera suficiente, los niños se quedaron durante mucho tiempo sin poder jugar en parques, practicar deporte o reunirse con sus amigos y familiares.
Durante los primeros meses de pandemia, la asistencia pediátrica en Atención Primaria se volcó en la atención de niños con sospecha de padecer la Covid-19, sin dejar de atender cualquier otro tipo de patología mediante teleconsulta o presencialmente cuando fue necesario. Otras actividades propias de la Atención Primaria como los programas de detección precoz y tratamiento del trastorno por déficit de atención con hiperactividad o de trastornos del espectro autista, detección y manejo del sobrepeso y obesidad o el del control del niño asmático, tuvieron que ser aplazados, mientras que el programa de salud infantil y vacunaciones hasta los 15 meses se mantuvo al ser considerado prioritario. A partir de la fase de desescalada se han ido recuperando esos programas, así como las revisiones y las vacunas que se habían dejado de administrar a niños y adolescentes en edad escolar.
Si hay algo 'bueno' en esta pandemia en lo que refiere a la salud de la población pediátrica es que en esta temporada, al menos de momento, no han hecho acto de presencia muchas patologías respiratorias que otros años por estas fechas nos llenaban las salas de espera de las consultas, como por ejemplo de gripe, bronquiolitis o crisis asmáticas, muy probablemente debido a las medidas higiénicas, uso de mascarilla y el mantenimiento de la distancia interpersonal, lo que debería llevar a plantearnos que algunas de estas medidas perduren más allá de la duración de la pandemia.
Los niños también son los grandes olvidados en los ensayos clínicos de muchos medicamentos, y las vacunas frente a la Covid no han sido una excepción. De las que ya disponemos actualmente, según qué vacuna se utilice solo se pueden administrar a mayores de 16-18 años, y esto es así porque no se habían incluido a los niños dentro de los ensayos. Aunque hay algunos estudios en marcha en niños mayores de 12 años con vacunas de ARN y en mayores de 3 años con otros tipos de vacunas, siguen siendo escasos y los resultados todavía pueden tardar en llegar. Además, se prevé que los niños sean de los últimos grupos a los que se vaya a administrar la vacuna, por una parte debido a la falta de ensayos comentada y por otra debido a la percepción de que, si enferman, la mayoría va a pasar la enfermedad de manera leve o asintomática.
Señores gobernantes: ya sabemos que los niños no votan ni pueden alzar su voz. Pero para eso cuentan con sus familias y pediatras. Para reclamar que se tengan en cuenta sus necesidades, tanto de salud como sociales, y que estas les sean convenientemente atendidas. Por favor, no tropiecen de nuevo en la misma piedra. Que no vuelvan a ser los grandes olvidados. Ellos lo merecen.
Concha López Soler - Responsable de la Unidad de Psicología Infanto-Juvenil del hospital Virgen de la Arrixaca de Murcia
La época que estamos viviendo está afectando a todas las personas de una u otra forma, y las familias han visto modificadas sus rutinas y hábitos: trabajo en casa, colegios y parques cerrados, ausencia de visitas de familiares, restricción de relaciones con iguales, uso de mascarilla y gel, lavado frecuente de manos...
La estimación de la influencia en el bienestar y en la salud mental de cada menor de este largo periodo es aventurado aún, y va a depender de la evolución de la pandemia, de su duración, del impacto que tenga en la población general, y más directamente, de los cambios que determine en las condiciones familiares.
El bienestar infantil depende en gran medida de lo que ocurre en el entorno más próximo, principalmente en el núcleo familiar de convivencia, y especialmente de las condiciones de las personas que constituyen los vínculos de apego primarios. En este sentido, la influencia de la pandemia en menores va de la mano de los cambios, positivos o negativos, que esta tenga en los padres y hermanos principalmente. Un primer condicionante del bienestar y la salud mental de niños y niñas es la situación económica y laboral de los padres, ya que la estabilidad psicológica de estos dependerá también de ello.
En el informe sobre Covid-19 realizado por la Plataforma de Salud Mental en Infancia y Adolescencia, constituida por seis asociaciones de Psicología Clínica y Psiquiatría, se indica que alrededor del 35% de personas de la población en China y un 45% en USA presentaban signos de estrés altos por la pandemia, y esas cifras eran superiores en Europa.
En la población española e italiana, un 80% de adultos han visto modificados de manera significativa y negativa sus condiciones de vida, con cambios en su estado emocional y en el de sus hijos e hijas, con más irritabilidad, temores, inquietud y desasosiego, nerviosismo, tristeza, alteraciones del sueño, problemas de atención y concentración, entre otras respuestas al estrés continuado.
Los profesionales sanitarios de salud mental de toda España informan de que el rango de edad de 6 a 10 años es el más afectado, y en todas las edades los síntomas de ansiedad y depresión son los de mayor incremento. En este y en otros informes también se indica que niños y niñas han mostrado una capacidad de adaptación muy alta y han colaborado más que antes en actividades y tareas familiares. Hay un dato claro: los problemas ya presentes se han incrementado y hay un aumento de sintomatología general tanto en población general como en grupos vulnerables, según informa la Asociación Quiero Crecer.
Hay situaciones especialmente complicadas. El aumento en el tiempo de permanencia en los hogares puede ser una condición muy negativa en menores que están sufriendo condiciones de maltrato y abuso en el ambiente familiar. Así, la asociación ANAR indica que durante el 2020 se recibieron el doble de llamadas de menores que en el año anterior, solicitando ayuda por maltrato físico y psicológico que duraba más de un año.
Que esta pandemia está afectando gravemente las condiciones laborales y económicas de muchas familias, generando más incertidumbre, angustia y riesgo de pobreza, es un hecho puesto de manifiesto por Unicef y Save The Children, entre otras organizaciones. El Alto Comisionado contra la Pobreza Infantil ha señalado que el 27% de menores en España están en situación de pobreza y exclusión social.
El impacto en la salud mental será muy diferente entre distintos grupos poblacionales: tanto en el rendimiento escolar como en salud mental las diferencias serán considerables y se explicarán por los recursos disponibles durante y después de la crisis sanitaria. La brecha social que esta pandemia va a dejar en la infancia y adolescencia dependerá en gran parte de las políticas que se pongan en marcha, pues todas las familias no estaban en la misma situación ni van a disponer de los mismos recursos con los que se inició la pandemia, y a más carencias y situaciones de estrés, mayor es el riesgo de afectación psicológica en hijos e hijas. Disponer de los recursos necesarios en Salud Mental para atender adecuadamente la demanda que vaya surgiendo es un compromiso necesario.
A pesar de todo, contamos con un recurso extraordinario: la resistencia ante la adversidad y la resiliencia que tienen niños y niñas, y que proporciona unas semillas extraordinarias para el desarrollo y crecimiento, solo tenemos que minimizar los factores de riesgo y colaborar en mejorar las condiciones de las familias. Así las relaciones familiares serán más saludables durante y tras la pandemia. Ese es el reto.
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