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Efecto Illa (isla)

EL DÉCIMO DENTISTA ·

Viernes, 29 de enero 2021, 01:18

Las islas cautivan por su excepcionalidad y distanciamiento de lo real. La isla de Circe retuvo a Ulises en su retorno a Ítaca. Las islas griegas fueron el idóneo escenario para el desarraigo posmoderno de un profesor de clásicas en 'The Magus' de Fowles. En 'El señor de las moscas', Golding sitúa a unos niños accidentados en una isla desierta, donde la cooperación muta a cruenta rivalidad impulsados por relatos tribales. Solo la irrupción de lo real redime. En 'La Odisea' es Penélope; en 'El señor de las moscas', el oficial que los rescata de sí mismos; pero en 'The Magus', no existe redención, solo el relato.

Sabedores de este efecto hipnótico insular, las fábricas de ficción nos habituaron a 'realities' de supervivencia, islas televisivas y de tentaciones exhibiendo concursantes autojustificados en cuentos sin redención. Como en 'The Ring', el esperpento traspasó la pantalla. De la Clave de Balbín pasamos al griterío 'Jorgejavierizado'. De los argumentos, a las orgías de emociones. Y del programa, programa, al relato, relato. Cada vez más tribales, aislados de lo real y ajenos de consistencia temporal. El efecto isla nos embelesa en la conformidad de nuestra respectiva tribu atrapándonos en nuestro reflejo.

Nuestro 'reality' actual es la isla de las vacunaciones. Hace cuarenta días, el Ministerio publicó un protocolo (no un reglamento con rango de norma) que ya ha necesitado dos actualizaciones. Ante posibles ambigüedades, han brotado interesadas ocurrencias arbitrarias, siempre en la misma dirección. En esta descogobernanza de nuestra futura nación de naciones, parece vertebrarnos esa habilidad transversal de interpretar prioridades arrimando el ascua a la propia sardina. Las vacunaciones fuera de protocolo no tienen un pase. Deben investigarse con rigor en defensa de lo público, pero evitemos esa tendencia tribal de relatos de confabulación sobre 'chis' o cortijos y ventiladores buscando 'likes' en nuestra isla de las vanidades. Somos más propensos a montar ejecuciones públicas que al principio de Hanlon: «Nunca atribuyas a la maldad lo que puede ser explicado por la estupidez».

En nuestra política, interesada y ampliamente torpe, la estupidez es mayor cuanto mayor es el efecto isla (illa, en catalán) que pretende atarnos a un impertérrito relato perpetuo, sin memoria ni redención. Así, hay correligionarios que sin rubor compatibilizan atacar a un buen consejero frente a la pandemia, Villegas, tildándole de factótum de una red de vacunación B, con la canonización del exministro Buster Keaton, de clara gestión deficitaria, como San James Bond de misión cumplida con licencia de pompa y fanfarria que acude al rescate de elecciones catalanas. Ni tanto, ni tan calvo. Aunque, tranquilos, cuando el 14-F rompa los corazones del relato, no habrá ni una Penélope ni un oficial al rescate. Seguiremos irredentos esperando guarecernos en el siguiente efecto illa.

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