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Llevo muchos años enseñando a distancia como profesor de la UNED, así que creo que puedo hablar con algún conocimiento acerca de la educación con pantallas. También soy padre de un niño en edad escolar.
Muchos profesores de todos los niveles educativos, por causa de la situación de emergencia sanitaria, se vieron forzados a convertirse de repente en docentes 'online'. Dieron el paso con buena voluntad, heroicamente incluso, pero con un entusiasmo que no les dejaba ver la realidad en la que se adentraban. La urgencia del momento pudo justificar la gran obra teatral de la educación 'online' en la que todos hemos participado, pero creo que, por el bien de nuestros estudiantes, por la defensa de los derechos de nuestros hijos, no debemos permitir que la educación 'online' sea de nuevo una solución, porque, simplemente, no es educación: es una falacia.
La educación 'online', así, sin más, es una gran mentira, y sobre todo en Primaria, Secundaria y Bachillerato, y lo es hasta tal punto que la UNED sabe desde su misma fundación que la educación a distancia no es simplemente una educación 'online', sino otra cosa mucho más compleja y rica: es una educación sin distancia, que sabe mezclar orgánicamente las herramientas en red con la presencialidad y siempre con un sistema de examinación muy preciso. Este sistema a distancia (no meramente 'online') de la UNED es adecuado para un perfil muy específico, de un estudiante de edad con una vocación y una fuerza de voluntad que no forman parte del perfil del estudiante medio y mucho menos, de Primaria y Secundaria. Sería absurdo esperar estas características en chicos de entre nueve y diecisiete años, ellos tienen otras.
Todo lo que sean programas de educación 'online' para niños y jóvenes no será más que una estafa para reducir costes y/o esquivar responsabilidades políticas, cuyo resultado será mermar el derecho a una educación de calidad para nuestros hijos. Y no lo digo yo solamente, lo dicen los propios gurús de las grandes tecnológicas de Silicon Valley (Google, Apple y Microsoft). Los ingenieros de grandes corporaciones de Silicon Valley llevan a sus hijos a colegios completamente 'offline', en donde no existen pantallas en absoluto. Estos ingenieros saben perfectamente que los entornos digitales que ellos mismos diseñan están pensados para neutralizar la capacidad creativa y de concentración de los sujetos que se ponen ante la pantalla. Saben perfectamente que un pensamiento libre y crítico precisa de una capacidad de abstracción y de contacto directo con el entorno, que la intermediación de las pantallas fulmina al primer 'click'. Se da la paradoja de que, en aquel lindo valle de California las escuelas de élite son escuelas dirigidas al estilo tradicional: con tiza, juguetes, barro, salidas al campo, lápiz, papel, pinturas y ni rastro de ordenadores o conexión a internet; mientras que las escuelas de las zonas menos favorecidas, para ganar atractivo, son aquellas que proponen una enseñanza con 'tablets' y todo tipo de dispositivos de alienación digital.
Nosotros en España hoy vamos por detrás, hasta el punto de que todavía seguimos pensando esa cosa tan anticuada como que lo puntero es la educación digital. Pero la realidad es esta: a mayor digitalización, peor educación. Pierre Laurent, un ingeniero informático que trabajó para empresas como Microsoft, afirma que «la creatividad es algo esencialmente humano. Si le pones una pantalla a un niño pequeño limitas sus habilidades motoras, su tendencia a expandirse, su capacidad de concentración. No hay muchas certezas en todo esto. Tendremos las respuestas en 15 años, cuando estos niños sean adultos. ¿Pero queremos asumir el riesgo?». Yo, desde luego, no quiero asumir ese riesgo. Nuestros políticos quizás no tengan inconveniente. La respuesta definitiva está en nuestra mano, como progenitores, docentes y ciudadanos con la responsabilidad de velar por la educación de nuestros hijos.
Debemos negarnos a una segunda vuelta a la falacia de la educación 'online'. Debemos exigir una educación sanitariamente segura para los profesores y educativamente sana para los estudiantes. Cada consejería será responsable. Que no piensen que somos tan estúpidos como para aceptar que la educación en casa, 'online', es una educación de verdad, porque no lo es.
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