Vuelco imprevisible
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La moción de censura de Cs y PSOE tiene toda la legitimidad democrática, pero es políticamente discutible por el momento, en plena pandemia y sin Presupuestos, y por su endeble justificación políticaLa moción de censura presentada por el PSOE y Ciudadanos para hacerse con el Gobierno de la Región de Murcia y con el de su capital desató ayer un terremoto político que tuvo sus réplicas en otras comunidades autónomas, pues no en vano supone la ... ruptura de la unidad que había mantenido el centroderecha desde la llegada al poder de Pedro Sánchez. Mientras la Comunidad de Madrid se debate entre la convocatoria de nuevas elecciones, por iniciativa de su presidenta Isabel Díaz Ayuso, y la tramitación de sendas mociones –de Más Madrid y del PSOE– para desbancarla, Castilla y León asiste a un proceso semejante. Todo apunta a que con este sorprendente giro en la Región de Murcia, la marca naranja hubiese resuelto desligarse drásticamente de los pactos que suscribió con el PP, aceptando el concurso de Vox para acceder al poder, tras las autonómicas y locales de mayo de 2019.
La moción de censura presentada ayer por Cs y PSOE en la Región tiene toda la legitimidad democrática. Incluso aunque la moción sea a un Gobierno del que Cs ha sido partícipe y cuya portavoz haya sido la propia Ana Martínez Vidal, que la próxima semana podría convertirse en presidenta de la Comunidad. Pero qué duda cabe de que es políticamente discutible por sus tiempos, pues se produce en plena pandemia y cuando todavía no se han aprobado los Presupuestos de la Comunidad para este año. Es innegable que el Gobierno regional atravesaba una crisis profunda. Había sido denunciada por LA VERDAD en sus páginas editoriales. Nosotros, que destapamos lo que se ha venido a llamar 'Vacunagate', considerábamos que la crisis entre PP y Ciudadanos no podía continuar paralizando la acción de gobierno, convertida muchas veces en un auténtico circo. Ignorando que había una negociación secreta entre Cs y PSOE, proponíamos a López Miras que procediera a la remodelación pactada con su socio porque lo importante era dotar de cohesión, operatividad y estabilidad institucional al poder ejecutivo, generando certidumbres sobre su discutida eficacia y el empuje político necesario para encarar esta crisis sanitaria, económica y social. No parece que la moción de censura sea precisamente el camino que despeja más incertidumbres, sino al contrario, especialmente cuando la tercera ola epidémica ralentiza su descenso y es de temer una cuarta. Cuando los destrozos de la pandemia han elevado el paro a más de cuatro millones de personas y al menos otro millón lo bordea, asistimos a cómo las principales formaciones dan su enésima vuelta de tuerca, haciendo prevalecer los intereses partidarios sobre la estabilidad institucional que requiere el país. Ciudadanos, cambiando inesperadamente de bando; Pedro Sánchez, tratando de asestar un golpe definitivo a la derecha mientras ayer mismo instaba al acuerdo a Casado; y el 'nuevo PP', noqueado hasta entregarse a la suerte que le depare Ayuso. Nadie podía imaginar lo ocurrido y es imposible prever sus consecuencias últimas. Las piezas del dominó comenzaron a moverse sin previo aviso en Murcia, sin que los promotores de la moción de censura expusieran razones convincentes, de interés general, sobre la necesidad de proceder a un cambio de Gobierno, más allá de referencias a corruptelas (el 'Vacunagate' y los contratos del Ayuntamiento de Murcia) que merecen reproche social, aunque están todavía en fase prejudicial. Es especialmente llamativo que Ana Martínez Vidal dijera ayer que «no podemos gobernar con un partido que contrata espías y que denuncia a su socio de coalición», dos hechos muy recientes, el primero por demostrar, cuando ella llevaba tres meses negociando con el PSOE los acuerdos que han desembocado en esta moción de censura. El descabalgamiento sorpresivo de López Miras requeriría de una gestión posterior plena de resultados que compensen la débil justificación política dada. En ese sentido, hubiese resultado más consecuente someter el futuro político inmediato de la Región –como el de Madrid y el de Castilla y León– al escrutinio ciudadano en las urnas.
A López Miras le ha pillado este giro de su socio completamente en la inopia. Si el PP hubiera realmente contratado espías para vigilar a sus socios, eligió a unos chapuzas. Siempre quedará la duda de si el aún presidente no convocó elecciones, como Ayuso, porque realmente no consideraba que era momento de urnas o porque él no podía ser candidato dado que la actual Ley del Presidente lo impide. En su partido, si la moción triunfa, le pedirán cuentas. Le recordarán que Pedro Antonio Sánchez dimitió porque temía que, de no hacerlo, una moción de censura desalojaría al PP.
Entonces y ahora, lo importante son los ciudadanos de la Región de Murcia, que hace unas semanas como en las próximas necesitará de un Gobierno volcado en los problemas de la sociedad. Es de esperar que si vence la moción, después de que Martínez Vidal exponga una línea programática clara y convincente en la Asamblea, se acaben la inestabilidad y haya un Ejecutivo cohesionado y con empuje. La alternancia en el poder siempre es saludable desde el punto de vista democrático. Y el PP lleva 26 años en el poder. Pero no bastará con un quítate tú para ponerme yo. Hace falta, para empezar, una hoja de ruta programática que conviene conocer cuanto antes.
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