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La trepidante forma de hacer política de Donald Trump, en la que agita informalidad y determinación con resultados explosivos, le ha llevado esta semana a ... meterse en dos guerras en apenas 24 horas: en la de Ucrania, con un llamada telefónica a Vladímir Putin que le ha sacado de su aislamiento diplomático después de tres años de invasión rusa; y en una de castigo a la Unión Europea, punto de mira de una batalla comercial. «Hoy es el gran día. ¡Aranceles recíprocos!», avisaba eufórico en su red social para iniciar la imposición de gravámenes a las importaciones de Estados Unidos. No solo hablaba de acero o de países vecinos. Se refería a todo el mundo. Es su respuesta a las barreras de cualquier naturaleza colocadas a productos estadounidenses, sean regulatorias, comerciales o tributarias. Pero apunta especialmente a la UE en represalia por un IVA que tilda, manipulando su concepción, de «injusto». De saque, ha intentado orillarla de las conversaciones de paz que quiere abrir con Rusia. Ahora, busca una campaña de desgaste a golpe de arancel.
Trump apenas ha necesitado un chasquido para poner patas arriba el orden mundial en todos sus frentes, desde el comercial al militar. Ha roto de algún modo el bloque de Occidente formado por Europa y EE UU, viendo la amplitud de sus ataques, la frecuencia y la reacción de los afectados. En ese vendaval, la Comisión Europea solo se ha desprendido de su rigidez al anunciar una inversión sin precedentes en inteligencia artificial y la congelación de las reglas fiscales para incrementar el gasto en defensa, mientras promete «firmeza» ante las «barreras injustificadas al libre comercio». Entre tanto, Rusia gana terreno en los despachos por el ninguneo inicial de Trump a Volodímir Zelenski y la UE. Concesiones como el territorio conquistado en 2014 o el rechazo a la incorporación de Ucrania a la OTAN no hacen más que rehabilitar a Putin, aunque EE UU se haya modulado luego al no descartar «herramientas de presión económica y militar» contra el Kremlin. Polonia y los países Bálticos siguen en guardia, algo aliviados. Europa debe hacer valer su peso en la historia de las libertades y como potencia mundial para participar en una negociación que ponga fin a las hostilidades rusas. Trump viene a ponerle precio: que aumente su aportación a la seguridad. Ucrania afronta el reto con síntomas de agotamiento. Los ataques se suceden y la presión interna a Zelenski crece por el empuje de sus opositores y de las elecciones que plantea el magnate.
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