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Cuando logro conciliar el sueño, lo hago con un grueso y pesado camisón victoriano hasta los pies del siglo diecinueve, con gorro largo echado a un lado, a lo Byron. Haga el clima que haga, sin excusas. Los significados hay que llevarlos hasta el final. ... Cuando lleguen para fusilarnos siempre deberán esperar unos minutos a que termine la hora del té. Si tenemos miedo a que nos salga un sarpullido no extraña que haya tanta gente histérica por la covid, que lo máximo que puede hacer es matarte, cuando desde luego hay cosas mucho más graves que la muerte.
Uno para retirarse solo a su cama debe ir como un caballero, porque nunca sabemos cuándo nos encontrará nuestro último instante. No es cuestión de que los bomberos, alertados los vecinos por el olor, nos vean de cualquier manera. Nuestra cama merece el respeto de un ataúd, es allí donde pasamos la mayor parte de nuestra vida y donde más nos acercamos, alquilándola por horas, a la muerte. La comodidad debe estar siempre domada por el simbolismo. Aunque no fuéramos unos caballeros, nuestra obligación es parecerlo, sin gesticular. Bien saben los ingleses, con esa hipocresía que según La Rochefoucauld es el homenaje que el vício rinde a la virtud, que en realidad parecer es la categoría superior de ser. Cuando uno no puede ir vestido con lo primero que pille no es fuera de casa sino dentro. Dios nos ve; no podemos esconder nada a su juicio.
Duermo en camisón de tupida arpillera o cáñamo y mi gorro de Mr. Scrooge para hacernos perdonar, como en una plegaria en un altar propiciatorio, a tantos con esquijama o desnudos como si no hubiese un pasado mañana. Desconfío de la gente que dice que como mejor se duerme es sin nada o con una camiseta publicitaria de 'Derribos Paredes'. ¿Qué es lo próximo? ¿Echar los peces muertos del Mar Menor al bolso para hacer una fritanganada? Mi abuelo paterno no viajaba sin su almohada, que le ocupaba casi toda la maleta. Un caballero no viaja con lo que va a necesitar, sino con lo que probablemente no le haga falta. Tengo un pariente que se niega a desvestirse para practicar sexo, en lo que no obstante es un nutrido profesional. Para él basta con bajarse un poco la cremallera y mantener el misterio del pecado.
No hay nada decisivo en la vida que no se pueda hacer subiéndose un poco el camisón victoriano, como los islamistas, nuestro futuro, se suben puntualmente sus túnicas medievales.
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