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Al parecer, cuando uno se hace viejo va durmiendo menos. Parece que la perspectiva del descanso eterno, cuando éste se acerca, quita bastante las ganas de descansar, por miedo a acostumbrarse mal. Un viejo es ese ser que a las seis de la madrugada esculpe ... en un papel con un bolígrafo que nunca pinta teléfonos de la teletienda. A las siete ya ha visto tres veces amanecer. Los amaneceres tienen aspecto de anciano. Si ese fuera el caso yo cada vez seré más joven, ya que cada vez he ido durmiendo mucho más con los años, partiendo de las cinco o seis horas que dormía a mis dieciocho. Mis horas de lo que podríamos llamar vigilia (una vigilia que no ha dejado nunca, ni de niño, de ser algo somnolienta, apagada) casi están repartidas por su mitad con las que estoy en la cama echado de lado, como un atún. Mi anhelo es poder dormir sin tener sueños, que solo raramente no son angustiosos. Poder dormir sin pesadillas y no despertar nunca; la mañana siempre me reserva algo desagradable y no deseo que llegue jamás. Nunca me están los juguetes de Reyes esperando.

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laverdad Dormir y no despertar