Doloras y humoradas
VERITAS VINCIT ·
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VERITAS VINCIT ·
Rematen con salud sus merecidas vacaciones, no desesperen, no pierdan la confianza en un tiempo mejorLo que hogaño disfrutan muchos murcianos con sus torres de pisos, incluyendo el Diez Picos en el que tuvo asiento doña Carmen Polo de Franco, ... sus restaurantes, el Club Náutico y su cuidada urbanización hoy algo abandonada, fue antaño un paraíso donde solo la playa, el mar y el puente de la Glea invitaban al disfrute y la contemplación. Cuántos buenos recuerdos veraniegos me suscita el nombre de Campoamor y qué románticas excursiones organizábamos hasta allí desde nuestra querida Ribera en las que, tumbados en la arena dorada, al dirigir la vista hacia el norte siguiendo el cauce del arroyo seco que corría bajo lo ojos del puente, se nos aparecía entre pinos una casa roja de muy buena pinta: la finca llamada entonces de los Tárraga.
Don Antonio fundó en 1928 una fábrica de chocolate y café, quinta de España en importancia y orgullo para San Pedro del Pinatar y en aquella casa roja, hace muchos años, pasó temporadas el político, poeta y novelista que le dio nombre a la dehesa: Don Ramón de Campoamor y Campoosorio, precursor del realismo literario nacido en la aldea de Piñera en Navia, Asturias. Denostado por algunos y admirado por otros, Valle Inclán era de estos, y su famoso personaje, el marqués de Bradomín, está inspirado en él. Tras sus estudios de filosofía y sus pinitos como escribidor en periódicos nacionales, ingresó en política en el Partido Moderado liderado por Romero Robledo. Fervoroso defensor de la monarquía, fue gobernador civil de Valencia y de Alicante, donde celebró esponsales con una rica irlandesa. Senador real por Murcia y diputado por otros distritos nunca negó el padrinazgo de su líder; tanto es así que cuando le preguntaban por qué lugar era diputado, siempre contestaba: «Por Romero Robledo».
Durante sus estancias en lo que luego dio en llamarse debido a su fama Dehesa de Campoamor, compuso muchas de sus famosas doloras y humoradas que describió así: «Una humorada es un rasgo intencionado, una dolora es una humorada convertida en drama».
Mi colaboración de hoy ha de ser liviana cual molinillo al viento o lechuga fresca en ensalada al coincidir con época veraniega, cuando los cuerpos disfrutan del ocio y sosiego del 'dolce far niente' y las mentes se relajan en procura de energía que nos sirva para afrontar los retos del otoño. Don Ramón nos enseñó, desde el rasgo intencionado, a pensar con humor inteligente y culto con sabios pensamientos como este: «¿Por qué saben las gentes que has pecado?, lo saben porque rezas demasiado». Si cambiamos el rezo por la catarata de palabras sin sentido que nuestro lenguaraz presidente nos obsequia un día sí y otro también vemos que en la humorada, anticipando el futuro, ya calificaba a don Sánchez de parlanchín sin sentido y pecador.
«Empleando las frases vagamente no dices la verdad y nunca mientes». Esta humorada estaba dedicada a gente de su época, pero la podemos aplicar no solo al mendaz don Simon, el del cambio de 'look' que no de idiocia, sino a la pléyade de ceporros metidos a políticos que no paran de hablar y hablar con medias verdades, y de esta guisa tienen embelesados a algunos 'blincacequias' y a los demás, hasta las cencerretas.
Para que ninguno de mis queridos lectores piense que las delicias de don Ramón solo afectan al montón de 'minsos' y un punto malvados que el destino ha querido colocar para regir políticamente nuestras vidas, traigo a colación otra buena dolora que nos retrata a muchos de generaciones parecidas: «Las madres de las hijas que amé tanto me besan ya como se besa a un santo». Como decía mi gran amigo y añorado profesor, Antonio de Hoyos: «Adrián, no le des más vueltas, la vejez es una humillación».
No podría rematar lo escrito sin hacer de nuevo mención a don Sánchez, el lindo don Diego, el 'Pacificador'. No deseo que mis lectores puedan pensar que los calores de agosto, que son los que son, los que han sido siempre –porque no recuerdo nevada alguna por estas fechas digan lo que digan los del cambio climático–, me habrían afectado a las neuronas cerebrales, acabo pues fabulando: en plena soñarrera provocada por las altas temperaturas, se me aparece don Sánchez, y, cual monarca arrepentido, pide perdón por sus maldades. Sin apenas despabilar, como buen cristiano que soy, le contesto con palabras de don Ramón: «Además del perdón que me has pedido, te concedo el desprecio y el olvido».
Rematen con salud sus merecidas vacaciones, no desesperen, no pierdan la confianza en un tiempo mejor y miren cómo el mentado poeta razonaba: «Te es infiel y la quieres, no me extraña, yo adoro a la esperanza aunque me engaña».
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