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A pesar de mi insultante juventud, esta es la décima edición que cubro del FICC para LA VERDAD (periódico que persevera en el error). Diez ... años de disfrutar, sufrir, reír y llorar con grandes y pequeñas películas. De hecho, si son asiduos de mis crónicas festivaleras, me habrán leído hablar durante este tiempo del descubrimiento en sus proyecciones de la implacable e impecable 'Kursk', la terrorífica y reinterpretadora 'Train to Busan', la durísima y concisa 'Alabama Monroe', la humanista y reveladora '120 pulsaciones por minuto', o la impactante y distinta 'Girl'.
Pero también sabrán que le tengo un cariño especial a este certamen. Un lugar donde se ama el cine, como nos trasmiten en cada nueva convocatoria sus heroicos organizadores, que nos han proporcionado en esta década casi 150 películas en su apartado de largometrajes, innumerables cortos, y decenas de secciones paralelas. Son pioneros en muchas cosas, como en dar entidad a las series de televisión con el 'Birraseries', o en presentarnos rarezas como 'Mommy', 'Los chicos y Guillaume, a la mesa', 'Virgin mountain' o 'Mustang'.
El mundo, y el cine, han cambiado en estos diez años. Pensad que en el 2010 Netflix alquilaba DVD a domicilio, aún se pensaba que un piso era una buena inversión y Trump era un payaso televisivo (hay cosas que no cambian). Por desgracia ya perpetraban sus películas melifluos directores como mis odiados Lars Von Trier y Haneke, que vinieron a torturarme al FICC con 'The house that Jack Built' y 'Happy end', escoltados en estos años de algunos otros títulos que han pasado a mi lista de cine infame, tales como la incomprensible 'Border', la ridícula 'High life' o una versión de 'Macbeth' que conseguía que Shakespeare pareciera un guionista de 'Supervivientes'.
El balance de estos dos lustros de cine es muy positivo, aunque me guste quejarme. En este tiempo recuerdo que me partí de risa con 'Que sea lo que Dios quiera', 'The party', 'Toni Erdman' o 'C'est la vie'. Que sentí rabia vengadora con 'The salesman', 'Ida', 'Leviatán' o 'Gloria' (por muy distintos motivos). Me enternecí con 'Loreak', precursora de 'Handia', con 'Nuestro último verano en Escocia' y con 'El taller de escritura'. En este festival se me estremeció el alma como nunca en el cine con Nanni Moretti y su 'Mia madre', que era la nuestra.
El cine se creó para emocionarnos con las ensoñaciones de otros, y este festival nos da la oportunidad de hacerlo. Brindo desde mi butaca por el privilegio de otros diez años de acompañar al FICC.
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