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'Democracia delenda est'

VERITAS VINCIT ·

Ojalá que los españoles, en los que siempre he confiado, no se dejen engañar y hagan visibles sus protestas

Lunes, 18 de mayo 2020, 02:23

Catón el Viejo, escritor y político, cada vez que Roma se enfrentaba a Carthago, terminaba sus discursos en el Senado con la frase «Cartago delenda est», Cartago será destruida. De seguir por más tiempo en este abusivo estado de alarma el alegato actual será 'Democracia delenda est'.

El miércoles día 6, el Parlamento celebró sesión para tratar sobre la prolongación del estado de alarma. La intervención de Pedro Sánchez, nuestro tahúr del Mississippi –me limito a copiar la forma en que don Alfonso Guerra, el de mi 'henmano', se dirigía al presidente Suárez–, no me sorprendió lo más mínimo con su estilo, ególatra, paternalista, mendaz y torticero, un verdadero tahúr. Leyó y declamó, con muy buen tono, un discurso, preparado por alguno de los ciento y pico asesores de que dispone, que intentaba llegar al corazón de sus prisioneros: los borregos resignados. Casi lo consigue: qué detalle acordarse ahora de las decenas de miles de muertos cuando tantos meses los ha olvidado, por poco se me saltan las lágrimas, para luego añadir, sin que le temblara el pulso, que para los trabajadores en paro, o sujetos a los ERTE, autónomos, gente que no tiene ni para comer y, lo que faltaba, las afectadas por la violencia de género, si no se votaba la prolongación de la alarma, si no se le volvía a dar el poder de un dictador, se acabaron las ayudas y los más necesitados se irían al carajo. Es imposible mentir tanto, aunque, como decía Hitler, cuanta más gorda es la mentira más convincente resulta. «O yo o el caos». Ya tenemos un nuevo caudillo.

Terminada la soflama, siguieron ocupando la tribuna los diferentes portavoces y todos, menos sus primos comunistas, coincidieron en poner a don Sánchez, a su equipo y su gestión como no digan dueñas, pero al final de sus ardientes alegatos uno a uno, excepto Vox y los independentistas, agachando la cerviz, anunciaron que por España y los españoles de nuevo volverían a investir al dictador. 'Democracia delenda est'.

La intervención del joven Casado me pareció brillante: puso a don Sánchez contra las cuerdas, criticó duramente su gestión, denunció que sí que hay un plan B para acabar con el estado de alarma utilizando leyes en vigor que garantizan la salud sin que haya que suprimir derechos constitucionales; acusó al presidente de mentir por vincular la alarma al mantenimiento de la protección a trabajadores, desprotegidos y pequeños empresarios. Basta, dijo, con desvincular los decretos correspondientes al estado de alarma. Pero, ¡oh sorpresa!, cuando todos, incluso sus diputados, pensaban que iba a anunciar su voto en contra, se arruga, cree que los sanchistas, hermanados con los comunistas, lo pueden identificar con Vox, se nos viene abajo y anuncia la abstención. Ante más de la mitad de los españoles demuestra que se acobarda ante el chantaje de don Sánchez. 'O yo o el caos', pero debe saber que quien a una coacción se pliega nunca podrá salir de esa ilícita presión.

Del PNV mejor no hablar, infumables mercachifles a los que nos toca padecer hasta que seamos capaces de cambiar esta nefasta Ley Electoral. Y Arrimadas, de perdidos al río, solo ha pensado cómo adquirir protagonismo e intentar salir del agujero en el que los electores han enterrado a su partido. Salva a Sánchez en el peor momento de su mandato, quizás creyendo que si su barco termina de hundirse, encuentre acomodo en las naves sanchistas. ¡Qué ilusa!

Habrá sucesivas prórrogas del estado de alarma hasta que los comisionistas amiguetes terminen de enriquecer y enriquecerse y don Sánchez se asegure que las miles de demandas por su presunta infame gestión no van a prosperar. La democracia está en peligro, hay hoja de ruta y un plan diabólico para destruirla. El truhán y su primo saben de triquiñuelas y sobornos para conseguir sus fines, igual que conocen que muchos están dispuestos a aceptar las mordidas por encima de sus principios, si alguna vez los tuvieron.

Ojalá que los españoles, en los que siempre he confiado, no se dejen engañar y hagan visibles sus protestas. A las urnas cuanto antes para que podamos elegir a los que, por sus méritos, inspiren confianza para liderar la crisis brutal que se avecina. Hay que acabar con los incompetentes, totalitarios y liberticidas antes que ellos acaben con la democracia.

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