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En Esparta, en el siglo VIII antes de Cristo, los niños eran puestos bajo la custodia del gobierno, que era el responsable de su educación. Era un modelo en el que el logro de los objetivos colectivos estaba siempre por encima de los individuales. Desde entonces, una de las líneas que explican la historia de la humanidad es cómo lograr que los individuos sean libres frente a los demás y frente al Estado; también iguales. Sin la lucha por el logro de la libertad, y la igualdad, no es posible entendernos a nosotros mismos ni la historia de Occidente. En el último siglo solo los estados autoritarios, de distinto signo, han cercenado la libertad individual y usado a la educación, entre otras herramientas, para lograr el sometimiento de los individuos.
La educación, y el sistema de valores que se transmite mediante la misma, ha sido objeto de análisis de la Ciencia Política. Desde los estudios seminales de Almond y Verba hasta la actualidad, la pregunta de cómo los individuos otorgan apoyo a un régimen político, a un tipo de sociedad, ha sido un eje esencial de trabajo. En todos destaca como la educación que se recibe en los colegios y en la familia, entre otros, es determinante para el sostenimiento de un régimen político.
Tenemos, así, una relación complicada. Por un lado, el Estado democrático tiene responsabilidad en la extensión de las creencias que sirven para sostenerlo. Pero ¿hay límites? ¿cuáles son esos valores? Teóricamente los que están contenidos en el texto constitucional, diferentes y variables según los países. En general son la libertad, la igualdad, el respeto a la propiedad y el castigo de la violencia. No son muchos más. Pero su mera concreción ya implica confrontación política. Por ejemplo, la libertad y la educación. En algunos contextos, los padres son los responsables absolutos de lo que sus hijos deben aprender, incluso si ello va en contra frontalmente del Estado. Estados Unidos es un ejemplo de ello. En otros países, los valores enseñados son establecidos por el Estado con el concurso de los padres. Son sociedades, como las del norte de Europa, donde los individuos están comprometidos con la marcha de su sociedad y con la educación de sus hijos. Transmiten valores de compromiso con la comunidad, con el respeto a la diferencia y se vinculan a las actividades que, con tal fin, realizan en las escuelas, entre otros ámbitos, bajo la lógica de que habrá diferencias en los valores pero también puntos en común orientados a lograr una convivencia respetuosa y colaboradora.
Y luego están los países como el nuestro. La educación es siempre un campo de batalla más que un espacio de colaboración. Y más si incluimos las temáticas relativas a los valores. La educación en valores es responsabilidad de los padres y la de los colegios es reforzar lo que tiene que ver con los deberes, y derechos, que tenemos como ciudadanos. Desde luego es obligación del Estado enseñar, sin necesidad de una asignatura para ello, el respeto a la diferencia. Pero, sin duda, es responsabilidad de los padres enseñar sus propios valores a sus hijos para que ellos, más tarde, decidan si los cambian por otros o no. El problema es que en España, y en Murcia, los padres hemos olvidado, desde hace mucho, transmitir valores y hemos confiado toda esa responsabilidad en los colegios. No nos comprometemos, en general, con la educación en valores de nuestros hijos y esperamos que sean otros los que lo hagan. Por eso la participación de los padres en los colegios es, de acuerdo con los estudios, de las más bajas de Europa. Y ahora nos encontramos con el despropósito de Vox. Es obligación del Estado impulsar la aceptación de la(s) diferencia(s) pero son los padres los que deben decir a sus hijos lo que deben pensar sobre las cosas. Los hijos decidimos siempre, después, si estamos o no de acuerdo con nuestros padres. Aunque me parezca repugnante el tema en concreto que Vox ha decidido usar como trueque de su apoyo a los presupuestos, estoy de acuerdo con el principio que está detrás. Básicamente por mi respeto a la libertad individual. Sin embargo, a Vox no le preocupa ni mi libertad ni la de la mayoría. ¿Por qué no está en el 'pin parental' también el estudio de la religión y nos obligan a aceptar que se transmitan esas ideas en el colegio, y no precisamente como actividad extracurricular? El cinismo y el autoritarismo de ese partido es realmente espectacular. Y lo peor es que lo hacen con el concurso de todos, incluido el PSOE aunque ahora juegue a romperse las vestiduras.
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