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Era febrero cuando desde la asociación El Duende estábamos ultimando con el Ayuntamiento de Murcia un evento de juegos de mesa que reuniría unas 5.000 personas. Mientras, mis colegas de investigación, médicas italianas, avisaban del peligro y saturación en hospitales por la Covid-19. El presagio de pandemia me preocupaba como científico y también por el evento. Mientras tanto, aquí, oficialistas cerraban filas contra el alarmismo asegurando que apenas habría casos, no contraprogramara la política catalana y sus lazos, las convocatorias de grandes congresos o manifestaciones políticas. Que la realidad no ahogue el relato, es más fácil gestionar relatos que realidades. A una semana del evento, tras días de infarto, resolvimos aplazar el evento a pesar de lo trabajado. Sanear el ocio con juegos de mesa también debe ser saludable. El Ayuntamiento reaccionó rápido y el 10 de marzo canceló todo evento. Eso salvó vidas, no me cabe duda. Después, ya saben, confinamiento, aplausos, muertos, tristeza y relato diario.
Este diciembre, mis colegas escoceses me advirtieron de la cepa británica. Mientras, aquí seguimos enfrascados en indultos y elecciones catalanas; Simón y sus 'apenasunoscasos' de la nueva cepa; que todo viene de la Navidad, aunque países europeos sin reuniones navideñas tengan cifras disparadas; que cada gobierno regional decida en casa y el estado de alarma de postín en la de todos, pero ni coordinación, ni seguridad jurídica en ese 'tú la llevas'; todos atentos a la pedrea de confinamientos domiciliarios de padrón que amenazan pedradas económicas. ¿No sienten un 'déjà vu'?
En otro orden, este curso está siendo complejo. En diciembre, el Consejo de Gobierno de la Universidad de Murcia acordó la presencialidad en los exámenes con las medidas preventivas mientras la autoridad sanitaria no dictaminara otra cosa. Todo se ha ido complicando y convertido en caldo propicio para que se marquen un pisuerga, agitando redes contra la institución e insultando al rector, quienes prefieren la laxitud de exámenes 'online' que perjudican a buenos estudiantes. Tal vez, deberíamos aprender algo de nuestros sanitarios. Ellos se examinan diariamente frente a la pandemia, dando lo mejor. Lo urgente, de máximo control y calidad, es presencial cuidando personalmente todas las medidas de seguridad desde que salen de casa. Lo no urgente pero que precisa control, se aplaza; y lo que no requiere de tanto control, sin el cual se comprometería la calidad, se hace telemáticamente. Cierto es que ya no estamos como en diciembre, pero también que los exámenes requieren control para mantener calidad. Tal vez, sea sensato plantear aplazamientos reglamentariamente, pero con lealtad institucional y sin faltar el respeto. La mayoría actúa así, pero siempre hay una minoría ruidosa que no y no lo aprende ni en las aulas, ni en casa. Y esto es otro 'déjà vu' perpetuo.
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