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Covid es (también) cuestión de dinero

Este facilita muchísimo la felicidad y su ausencia da muchos puntos para la infelicidad

Sábado, 23 de enero 2021, 01:49

Que usted lea este artículo me da mucha información sobre su persona. Es lector o lectora de prensa, lo que presupone cultura. Si lee esto en papel ha pagado el precio del periódico, lo cual muestra que maneja un excedente de dinero, probablemente ampliado por el café que podría estar tomando mientras le digo esto. Puede que lea a través de la suscripción digital en su casa, o en redes sociales donde alguien lo ha compartido. En ese caso usted dispone de una cantidad de dinero para una conexión web y, lógicamente, tiene casa propia o en alquiler. En la misma sesión de lectura ha podido valorar las cifras de contagio y el estado de los hospitales, la evolución de la vacunación, etc. Fuera de esto los medios dejan poco espacio para una cuestión asfixiantemente real: personas que están sufriendo la Covid sin padecerla. Hablo de los pobres.

Hay axiomas perversos, como ese que dice que el dinero no da la felicidad. Hay otro que dice que la felicidad tampoco da dinero. Ambos son banalidades, pero el dinero facilita muchísimo la felicidad y su ausencia da muchos puntos para la infelicidad. Tal vez usted, persona culta, tenga una posición filosófica contraria a esta afirmación un tanto neoliberal, si se quiere, pero creo que se lo puedo demostrar.

Hay bastantes posibilidades de que tenga usted hijos. Está usted preocupado por ellos, si cierran el colegio probablemente se descuelguen y cambien sus relaciones con amigos. Le inquieta que su entorno se vea alterado con las repercusiones consiguientes, al quedarse en casa siguiendo las clases por Classroom, Meet o Zoom. Le preocupa la falta de ejercicio, la obesidad, que se centren en los videojuegos y se alejen del mundo real. Es normal que le preocupe, me preocupa exactamente lo mismo con respecto a mis hijos.

Esto significa que usted y yo tenemos dinero y, si no estamos infectados por el coronavirus, apenas estamos sufriendo una situación que desconocemos.

El problema está en las colas de ayuda de Cruz Roja o Cáritas. Allí no están leyendo este artículo, a pesar de que son aproximadamente 12 millones de personas. No leen no por que no quieran, es que no pueden pagar una conexión de internet. Si la tuvieran, probablemente no estarían leyendo esto porque tienen que conseguir comida día a día. Muchas de las personas a las que me refiero tenían un trabajo al límite de la precariedad, pero llevaban una vida digna. Esta mierda los ha dejado fuera del sistema. Tal vez tuviesen una casa y puede que ya no la tengan. A uno de cada cuatro de nosotros no le preocupa que sus hijos engorden, le preocupa que no se mueran de hambre o que no crezcan desnutridos. Mire a su alrededor, más allá de la cafetería o el sofá desde el que lee esto. Cuente cuatro personas. Una pasa hambre. No se lo dice a usted, de hecho intenta que nadie se entere porque, además de sufrir ese drama quiere ocultarlo, evitar la vergüenza de que los demás sepan que sus hijos no pueden seguir las clases. Todo esto que está pasando es cuestión de dinero, como casi todo en la vida.

Usted se queja de este horror. Yo también. Hablamos de los efectos psicológicos que esto nos provoca, del daño a nuestras empresas o de que perdemos tal o cual oportunidad profesional. Nos encerraremos en nuestras casas, en las que tenemos la conveniente calefacción, y nos acurrucaremos. No, amigo o amiga, si usted no ha contraído la Covid no está sufriendo realmente.

Hay un primer paso para solucionar esto, y es ser conscientes de que está pasando. Hay quien ayuda como puede, están ahí la caridad y las ONG. Es algo bueno, no hay más que pasar por la puerta de Jesús Abandonado y ver que se hace algo importante con esas acciones, pero hay algo aún más importante: pagar impuestos que hagan que nuestro Estado pueda seguir asistiendo a quien lo necesita.

El Rubius es un' youtuber' famoso, un chico extraordinariamente listo que consigue que 60 millones de niños lo vean jugar partidas o decir chorradas. Ha conseguido ganar con su profesión más de cuatro millones de euros anuales a sus 31 años. Su fortuna ya es muy notable, y acabará siendo descomunal. No podrá gastarse todo eso en una vida de lujo si no lo derrocha o lo pierde jugando o algo por el estilo. Pese a no poder gastarse todo ese dinero, pese a saber que va a morir dejando millones y millones, no quiere pagar impuestos y se va a Andorra junto a otros tipos como él. Él es el problema de fondo de todo esto. No tiene la culpa de la pandemia, pero podría contribuir a mitigar sus efectos, de la misma forma que puede ayudar a que este país funcione, que sea mejor. Pero no, quiere amontonar su dinero y ampararse en su derecho a irse a Andorra para no pagar impuestos aquí.

La broma macabra que subyace en todo esto es que muchos de los niños a los que sus padres no pueden pagar una conexión de internet la querrían para poder seguir a su joven héroe, que vive de ellos y se mea desde arriba en todos, en su país y en todo lo bueno que el ser humano pueda tener. Como él mismo dice a modo de muletilla, «fuck the sistem, fuck the world».

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