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Corresponsales frente a 'fake news'

Cuando dejemos de tener prensa independiente, y sobre todo cuando no la añoremos, habremos llegado definitivamente a la condición de esclavos

Domingo, 21 de junio 2020, 09:35

En un artículo anterior me refería a que la libertad tenía un precio. Y lo hacía llamando la atención sobre la relación directa que hay entre el ascenso de los distintos populismos y la pérdida del hábito de leer periódicos. La facilidad con que la gente se comunica en redes sociales ha provocado un espejismo. Muchos creen que por el simple hecho de estar conectados a las redes están bien informados, cuando muchas veces ocurre lo contrario, porque por el móvil le llegan predominantemente las 'fake news', que al distribuirse por la vía de 'links' y de amigos son percibidas por la gente con un plus de credibilidad superior. Me llama la atención que muchos de los europeos universitarios que aborrecen que haya sido elegido un personaje como Trump no se han parado a pensar que es directamente proporcional a Twitter como vía privilegiada de información. Y no es casual que el presidente Trump, Putin o Maduro, y otros de signo aparentemente contario, lo primero que hacen es denigrar a los medios de información como 'New York Times' y 'Washington Post', en el caso del norteamericano.

Pero vengamos a España y a la vida universitaria, que es la que mejor conozco. Hace años, la aparición de un editorial crítico en un gran diario de difusión nacional podía ser letal para el Gobierno, o preocupante al menos. Ahora cualquier gobernante que goce de una eficaz política de propaganda en redes sociales, sabe que goza de mayor impunidad precisamente porque si tiene a su favor esos mecanismos, que por cierto la extrema derecha sabe también manejar, poco puede hacer la prensa independiente. Una vez, una discípula muy atenta a lo que estudio, elogió una crítica literaria mía, cosa que mis discípulos no suelen hacer, ni espero que hagan, por eso me extrañó que ocurriera. Le pregunté si lo había leído en el suplemento cultural en que publico habitualmente, y no era así, había conocido esa crítica porque se hacía eco de ella el Facebook de una amiga, que a su vez lo había obtenido del Twitter de la editorial. Otras veces ha ocurrido darme cuenta en conversaciones diferentes que buena parte de los profesores con los que hablaba no sabían nada de la noticia que les llamaba la atención, y eso que había sido publicada en un periódico de difusión hegemónica y de la supuesta cuerda de esos interlocutores. Simplemente no lo habían leído. Si tal cosa ocurre en los universitarios, qué no ocurrirá en otros ambientes.

Obviamente, la falta de información tiene que ver con otra circunstancia: la gente no suele acudir nunca a otra fuente que aquella que le llega por los 'links' de amigos, lo que en vez de favorecer el pensamiento crítico, provoca burbujas de convencidos, que se retroalimentan, lo que ha convertido la política en una conversación imposible, puesto que se ha creado en ella el mismo fenómeno que el de los 'hooligans'. Nunca admiten defecto alguno en el partido o la facción de la que forman parte. Hace años ocurría esto en los nacionalismos, ahora ocurre con todo. Incluso a menudo se toma como inservible o dudoso lo publicado por algún medio que no sea el de su cuerda. Ocurre esto en la derecha y en la izquierda, con lo que la conversación o el debate de ideas se va haciendo inservible o inútil.

La gente no suele acudir nunca a otra fuente que aquella que le llega por los 'links' de amigos, lo que provoca burbujas de convencidos

Pero lo peor de todo es que la realidad misma se ha desvanecido, según declaraba recientemente esa mente lúcida, ese lujo que es Pepe Caballero Bonald. La realidad ha dejado de existir, sustituida por las verdades alternativas. Y voy con ello al ejemplo con el que quiero reforzar mi tesis. La importancia que desde el inicio de la prensa escrita tuvieron los corresponsales que te contaban 'in situ', a veces en la trinchera misma, lo que ocurría en guerras o catástrofes. Pero ocurre que la depauperación creciente de los medios de información hace muy difícil que un medio pueda sostener una buena red de corresponsales en el extranjero. Fíjense los lectores de LA VERDAD el lujo que supone tener información de Mikel Ayestaran, el corresponsal de Vocento en Oriente Próximo. De no estar él, lo que tendríamos serían versiones sesgadas de Israel, de Damasco, de Arabia Saudí, de Putin o de quien sea, sin que pudiéramos enterarnos nunca de lo que ocurre realmente en Líbano, pongo por caso. Lo de los corresponsales es solo un ejemplo de la importancia que cobra en los momentos actuales las ventanas a la realidad que la prensa libre pude abrir y que son, por cierto, el soporte quizá último de las democracias. Cuando dejemos de tener prensa independiente, y sobre todo cuando no la añoremos, es que habremos llegado definitivamente a la condición de esclavos. En ello están los poderes más sofisticados que ha habido nunca.

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