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Mi tío Pepe, todo un carácter al que llamaban 'don Pepone', a finales de los años 60 me vio corretear desnudo (antes los niños correteaban desnudos y no había ningún observatorio para denunciarlo) y le dijo a mi madre: «oye, éste, ¿a quién le ha ... salido?». La broma se refería a cierto atributo físico visible, que al parecer no provenía de la rama paterna. Con el tiempo, me fui pareciendo todavía menos a mi padre. Todo el mundo decía que era un calco de mi madre, en apariencia y manera de ser. Sin embargo, desde que mi padre murió se inició un extraño proceso inverso. Me he ido pareciendo cada vez más a mi padre, en todos sus gustos, en su aire, en su perfil severo de moneda, excepto en sus ojos aguamarina, que a este paso no descarto descubrir un día ante el espejo.

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