Borrar

Menos consumo y más conciencia

El desarrollo de nuestra sociedad no puede ser a cualquier precio, en eso estamos todos de acuerdo. La amenaza es real y ya no queda espacio para los negacionistas

Sábado, 14 de diciembre 2019, 00:54

Ahora que están de moda las ideas de una adolescente sueca sobre el cambio climático, me viene a la cabeza el mensaje del científico sueco Svante August Arrhenius, premio Nobel de Química, advirtiéndonos, en 1896, de que el uso de los combustibles fósiles aumentaría la temperatura de la tierra varios grados centígrados. Llevamos decenas de años ignorando el mensaje de reputados científicos avisándonos de un serio problema que ahora, casi de repente, consideramos el más grave que tenemos entre manos.

En mi opinión, son tres los motivos que han espoleado este movimiento de forma vertiginosa desde este verano: el impulso de la juventud, a la que en los últimos años hemos tildado de apática en los asuntos importantes (¿dónde han quedado los 'ninis'?); los importantes desastres naturales de los últimos meses, que han llevado a replantearnos nuestra relación con la naturaleza; y el violento negacionismo de Donald Trump, que, por contraposición, ha atraído miles de nuevos seguidores a ese movimiento ya imparable.

El desarrollo de nuestra sociedad no puede ser a cualquier precio, en eso estamos todos de acuerdo. La amenaza es real y ya no queda espacio para los negacionistas. El crecimiento económico no debe conseguirse a costa del agotamiento de nuestros recursos naturales y del deterioro del entorno natural con el que coexistimos. Eso es lo que predica la nueva economía circular, que en el fondo es un concepto antiguo: producir con el menor número de recursos, de la forma más eficiente posible y sin desaprovechar ningún residuo generado en el proceso. Y la economía española tiene recorrido de mejora, porque mientras que la UE recicla, de media, el 45% de los desechos municipales, en España esa tasa es solo del 29%, muy lejos del 45%, que es el objetivo del Parlamento Europeo para el 2025.

Durante años hemos vivido inmersos en un sistema económico de obsolescencias programadas, donde la vida útil de los productos y los servicios se planificaba solo para obtener más lucro económico por adicción de los clientes, perdiendo de vista sus consecuencias medioambientales y, de paso, las verdaderas necesidades de los consumidores.

Ese modelo económico ya no funciona y tiene un coste, que algunos informes institucionales sitúan en el entorno del 2% al 10% del PIB mundial en el año 2100, especialmente en los gastos sanitarios y de cobertura de catástrofes naturales, en los sectores agrícola e industrial y en el turismo. Hay soluciones, pero no son a coste cero. Las empresas deben reducir su huella de carbono, con modelos de negocio basados en energías renovables más seguras, asequibles y generadoras de oportunidades. ¿Estamos dispuestos a asumirlo? Esa es la pregunta clave.

En todo caso, parece que nos hemos dado cuenta y estamos, por fin, en el buen camino. Pero la superación de los problemas técnicos con conocimiento y tecnología no es suficiente para revertir esa mala trayectoria. Es necesario reconducir, trabajar y fortalecer nuestros valores éticos y morales: cambiar nuestro comportamiento como sociedad. Debemos alejarnos de un consumismo desenfrenado al que nos han empujado otros, sí, pero en el que nos sentimos cómodos, volver a descubrir las verdaderas necesidades de nuestra vida y cubrirlas sin destruir todo aquello que convive con nosotros.

No podemos considerar a la naturaleza como un medio para nuestra exclusiva subsistencia, que podemos usar a nuestro antojo, sino como un elemento que convive con nosotros y con quien debemos relacionarnos de una forma ética, respetándolo, y sin provocar la exclusión de nuestros semejantes en el proceso. Nuestra ambición de lucro y poder no puede poner en peligro la «casa común» en la que vivimos, tal y como ya nos advirtió hace años, de una forma precisa y clara, el Papa Francisco en su encíclica 'Laudato Sí'. Solo el hombre dispone de la inteligencia y de los medios para la elección de un progreso responsable, que no comprometa el desarrollo de las generaciones futuras, o para la destrucción total de nuestro entorno. Los euros con los que consumimos están en nuestro bolsillo y la decisión en nuestras manos.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

laverdad Menos consumo y más conciencia