Secciones
Servicios
Destacamos
Los del 'No a la guerra' deben pedir perdón, de acuerdo, por sorprenderse ahora del destino como fantasmales animales de carga que les aguarda a las afganas. Un destino que no es sino regresar a la milenaria costumbre local, solo relativamente rota durante 20 escuálidos ... años por una cultura extranjera que es rechazada y que siempre fracasará allí donde no la han mamado tras un trabajoso proceso de muchos siglos, en el imprescindible fermento judeocristiano y grecorromano. Fracasará en Afganistán o en cualquier barrio musulmán de Occidente. No hay 'multiculti', no hay integración posible: Afganistán vuelve a lo que ha querido siempre en secreto.
Algunos deben pedir perdón por sus estúpidas ensoñaciones buenistas; por ejemplo la señora Merkel, la más nefasta gobernante alemana desde Hitler. Pero los que defendimos imponer la democracia en el mundo y creímos en los pies encima de la mesa y los puros de Aznar en las Azores somos los que sobre todo debemos pedir perdón. Perdonadme, si podéis. Entenderé vuestro castigo. Fuimos arrogantes y pardillos. Y eso de los pies encima de una mesa solo es protocolario en Texas y fuera una catetada, como una boda populosa en El Escorial.
La mayoría del planeta no desea vivir en democracia sino con sus viejas cosillas, por atroces que nos parezcan desde nuestra progresía. A un medieval de cualquier Dios le parecía y le parece higiene lavarse la barba con el pipí de su caballo. No es ya que no tengamos que imponer la democracia. Es que siempre acabaremos huyendo como conejos, consolando a los musculosos soldaditos americanos que lloran acordándose de sus mamás (Pérez-Reverte dixit), dejando peor que estaban las cosas, perdiendo no la guerra sino el mundo. La democracia occidental es una anomalía con pocos seguidores destinada a su final, como el propio planeta tierra es una anomalía con poco público destinado a la destrucción, dentro de un universo negro como boca de lobo.
Perdonadmos, afganos. Pero no por huir, sino por acudir. Debimos dejar que las cosas siguieran su curso, la vida humana vale poco en el mundo, debemos acostumbrarnos a ello, y solo la fe les hacía felices. Durante veinte años los afganos fueron al cine o mostraron su rostro, pero encontraron que detrás de eso no había sino una cosa despreciable llamada libertad. No encontraron ahí la felicidad que les daba su Dios. Frente a eso no podíamos ofrecerles sino la ridícula sociedad de consumo. Nuestra derrota final era segura.
Ahora toca retirarse y hacer de Europa un búnker de lo nuestro. La sociedad abierta es otra ensoñación ingenua. Los tenemos, con toda la magnificencia de su Dios (oh, cómo me emocioné en Istambul al crepúsculo, orando todos los minaretes, me dieron ganas de prosternarme de hinojos), los tenemos, vedlo, a las puertas. Y a demasiados, dentro.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
La víctima del crimen de Viana recibió una veintena de puñaladas
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.