Borrar

Conchita

Los inventos no son malos por ser inventos, aunque es verdad que a veces sean irracionales

Domingo, 8 de diciembre 2019, 09:29

En un momento tan dado a la especulación política, al guirigay de los partidos que defienden con uñas y dientes sus principios básicos, u ofertan otros más adecuados al momento (como proponía Groucho Marx), se me ocurre salir de este berenjenal general (escapar más que salir), para hablar de algo completamente distinto. Doctores hay que tratarán con mayor y mejor criterio del gobierno, del mundo y sus monarquías. No es que sea un experto en el tema que les voy a plantear a continuación, pero es lo que se me ocurre para escapar, más que salir, digo, de la rabiosamente actual tendencia politóloga. Espero que resulte si no más interesante, al menos más original.

La palabra que me provoca hoy es Conchita. No es raro para estar en el día en que estamos. Conchita o Inmaculada si quieren, aunque sea más popular el primero, que si para los argentinos es algo que les suena fatal, para nosotros es de lo más coloquial. Porque, a ver, ¿quién no tiene una Conchita en su casa? O la ha tenido, pues en una modernidad cargada de Albas, Lucías o Raqueles, a las Conchas se les ha relegado al puesto 26 de los nombres femeninos más frecuentes, todavía encabezados por Marías y Maricármenes. Sin embargo, siempre hemos tenido una tía Conchita, cuando no una madre o hermana, a la que felicitar tal día como hoy. En mi recuerdo están estupendas celebraciones en onomásticas como estas, llenas de besos y tartas de bizcocho.

Al interesarme por el origen de este nombre me encuentro con cosas más que curiosas. Aquí, como en otras ocasiones, echo mano de mi formación judeocristiana la cual, mal que les pese a algunos, dispone de una evidente base cultural. Mi generación, cuando ve un cuadro como 'Jesús y la samaritana', de Il Guercino (que por cierto está en el Museo Thyssen de Madrid), sabe muy bien quién fue la tal samaritana. No creo que los niños o jóvenes de hoy lo sepan. A nosotros nos lo enseñaron en la escuela. Sabemos que una samaritana procede de cierta región de la antigua Judea llamada Samaria. Y la del cuadro, cuyo argumento procede del Evangelio de San Juan, le dio de beber a Jesús agua de un pozo. La citada base cultural no creo que signifique ser religioso. Más bien es cosa de unas generaciones que estudiaron cierta asignatura que se llamaba 'Historia sagrada'. Unas generaciones, todo hay que decirlo, que terminaron por cuestionar no pocos temas de una Iglesia por momentos caduca y discutible, que hace difícil la práctica religiosa.

Por todo ello me ha gustado escarbar en la fiesta de la Inmaculada Concepción que, como tantas otras del calendario católico, no es más que un invento. ¿Acaso eso es malo? No, ni mucho menos. Los inventos no son malos por ser inventos, aunque es verdad que a veces sean irracionales. Resulta que un Papa a mediados del siglo XIX, Pío IX, decidió proclamar que la Virgen María estuvo libre de pecado desde el momento de su concepción. E instituyó, en 1854, la fiesta de la Inmaculada. ¿Por qué tardó tanto la Iglesia en darse cuenta de que la Virgen era virgen? Pues vaya usted a saber. Cosas raras que proceden de la máxima autoridad del mundo católico. El historiador Baunard recuerda que el Naturalismo, en la segunda mitad del XIX, apostaba por despreciar toda verdad sobrenatural. La filosofía, la literatura, la pintura, el teatro, pasaron de la brillantez romántica a la aspereza cotidiana. La vida no se contemplaba ya como una aventura de grandes personajes, sino desde la evidencia de la pobreza, la marginalidad y la desigualdad social. Y ahí estaba la Iglesia para intentar poner un poco de consuelo dando impulso a un concepto, y una imagen, que callara las bocas impías. ¿Qué cosa más limpia que un ser inmaculado? Y, desde Italia, el catolicismo se llenó de Concezione, o su diminutivo Concetta, que pasaron a España, Portugal o Francia con enorme rapidez. Aquí, en forma de Inmaculada, Concepción o Concha.

Lo curioso del caso es que mucho antes, antes de que acabara el XVI, en los Tercios de Flandes ya se veneraba esta Virgen. Un soldado español encontró en medio de una batalla una tabla flamenca con la imagen de la Inmaculada, y eso sirvió para, salvados los suyos, se proclamase patrona de aquellos Tercios y luego, por extensión, de la actual infantería.

¿Y qué pasa en los países no católicos? ¿Acaso no hay Conchitas en Alemania? No, no las hay, salvo pintorescos casos, pues el protestantismo no aceptó la doctrina de la Inmaculada Concepción, siquiera sea por llevar la contraria, ya que el propio Lutero, en un sermón de 1527, decía que había que creer en que «la infusión del alma de María se efectuó sin pecado original». En fin, que en todas partes cuecen habas. Aunque ni protestantes ni anglicanos nos impiden celebrar hoy, de nuevo, el santo de la tía Conchita.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

laverdad Conchita