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En los últimos días asistimos a una lapidación sin precedentes de José Vélez, delegado del Gobierno, secretario General del PSRM y candidato a la presidencia de la Comunidad Autónoma. Hay quienes aducen de una forma más o menos grotesca y clasista a una supuesta imagen « ... pueblerina» del candidato para cuestionar su nivel político, acompañando la afirmación con una mirada de vaca loca que pretende reivindicar como ironía y doble lenguaje lo que no pasa de simple estupidez, aunque quien la pronuncie sea un catedrático, o un político que solo ve mediocridad en el ojo ajeno, pero nunca la viga en el propio.
Sí, Pepe es un hombre de pueblo, de un pueblo llamado Calasparra del que su padre se fue cuando él tenía dieciocho años. Con su marcha también se perdió la casa en la que vivía, propiedad de la familia paterna. El joven Vélez tuvo que asumir –junto a su madre y hermanos mayores– la responsabilidad de sacar adelante a lo más pequeños. Somos nuestra infancia y juventud. Estos datos también pueden explicar su aversión a la deslealtad.
El Ayuntamiento les asignó una vivienda social. En esos años había poco que comer, pero la solidaridad de los vecinos mitigaba la situación. Muchos en su pueblo recuerdan que Pepe como un joven íntegro y luchador. Se puso a trabajar y al mismo tiempo siguió estudiando, durante un tiempo se centró más en el trabajo que en los estudios para sacar adelante su familia así hasta que sacó también su titulación universitaria. Su vida nunca fue fácil. Como la de tanta otra gente a la que él nunca olvida.
Yo le conocí cuando era un joven líder de la UGT en la Comarca del Noroeste y después como concejal y alcalde de Calasparra. Pepe se parece a la gente que le tenemos que votar. La gente que se enfrentó al aparato del PSOE, la gente que votó a Pedro Sánchez para cambiar el Gobierno de España, la gente que necesita urgentemente de la política de verdad (no del marketing electoral) como, por ejemplo, los agricultores murcianos.
Por eso mientras otros utilizan el agua como muletilla electoral, Pepe trabaja en la negociación de reformas estructurales que garanticen las necesidades de la agricultura murciana. Me consta su desvelo e implicación para buscar soluciones sostenibles que no nos hagan depender ni de la climatología ni del torticero conflicto interterritorial. El tiempo dará o quitará razones.
En este año electoral, en el que algunos no cesan de hacer sonar las trompetas del apocalipsis, y de llamar «mediocre» a todo aquel que no comparte su rancio abolengo o su acento de niño pijo, quiero recordar lo mucho que se ha conseguido a base de trabajo honesto por el bien común. España hoy no solo no se rompe, sino que donde hace unos años se quemaban contenedores, y se celebraban referéndums inconstitucionales en urnas que el Estado no supo encontrar, hoy se rubrican alianzas internacionales, como el Tratado de Barcelona que sella, por primera vez en la historia, la amistad franco-española y prevé instrumentos de cooperación como la participación de ministros españoles en las reuniones del Consejo de Ministros de Francia y viceversa. España no se rompe, España está hoy más unida, y Barcelona recupera su vocación universal, y de co-capital de nuestro país. Cada vez menos catalanes creen en la independencia como proyecto político y esto es gracias a la labor del gobierno de Sánchez. Otros 'de tanto querer' a España la asfixian, cuando no nos expulsan a buena parte de quienes formamos parte de este proyecto común.
Tampoco se hunde la economía puesto que tenemos hoy menos paro, y menos temporalidad que en tiempos del PP gracias a los ERTE y a la reforma laboral. En estos tiempos inciertos y de subida de precios, España tiene la menor inflación de Europa, en gran medida gracias a la contención del precio de la electricidad como consecuencia del mecanismo ibérico, que la oposición se apresuró en calificar de fraude ibérico. En estos últimos años España ha recuperado un papel activo en el mundo, que no habíamos visto desde hace décadas, y a nuestra ciudad de Murcia ha llegado un tren de alta velocidad soterrado, antesala de un corredor que nos conectará con Cartagena, Almería, Valencia, Cataluña, Francia y por ende con buena parte de la Unión Europea. Por supuesto, siempre queda más por hacer y por mejorar, en política no cabe la autocomplacencia, ni la huida hacia delante de quien se fuma un puro.
Y entonces, ¿a quién le interesa ocultar estos datos reales y denigrar su reputación? A aquellos que han hecho de su vida una gran labor de camuflaje que nos venden el material defectuoso del desastre, y nos invitan a la parálisis, en lugar de incitarnos a lo que realmente importa, la construcción de un mañana mejor para todos. Política de verdad.
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