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La ciudadanía como grupo de interés

Si la Administración fuera una empresa, debería consultar con su principal grupo de interés aquellos aspectos a valorar del pasado y del presente, así como propuestas de futuro

Sábado, 4 de enero 2020, 01:52

Hace unos días, merodeando por Facebook, me tropecé con un vídeo donde un chaval de 20 años explicaba su experiencia con las casas de apuestas. Su argumento me pareció tan contundente que abrí corriendo un 'word' para copiar su discurso: «[...] tiene que ver con la falta de alternativa de ocio que tenemos los jóvenes de un barrio normal. Al final, cuando entras a la casa de apuestas no solo vas a jugar a la ruleta, no solo vas a hacer una apuesta deportiva. Te van a poner el partido del Madrid que es de pago, lo vas a poder ver gratis, la cerveza va a estar a 50 céntimos, te van a invitar a un café y te van a dar las condiciones perfectas para que puedas estar ahí cómodo [...] Pero al final no es solo eso. Al final, enciendo la televisión y veo a un futbolista del equipo que yo sigo haciendo publicidad de una casa de apuestas. Pues, si lo hace un referente, ¿por qué va a estar penalizado?».

Ahora lo fácil sería recurrir a una lluvia de datos. Completar párrafos con estadística que refuerce este testimonio, que vincule juventud y ludopatía, y así construir un argumento que trascienda la inconsistencia de aportar solamente mi opinión sobre este fenómeno. No lo haré. En todo caso, la multiplicación de casas de apuestas me parece un buen ejemplo para debatir sobre el papel que tendría la Administración Pública como esfera superior que nos evita el harakiri de 'todos contra todos', y a quien concedemos la tarea de gobernarnos.

Creo que los expertos llaman 'paternalismo libertario' a esa idea de que el Estado 'ayude' al ciudadano a tomar decisiones que, por incapacidad o falta de herramientas, no es capaz de asumir. Se trataría más bien, en este caso, de favorecer las condiciones para que, ante las múltiples opciones de ocio que nos pueda ofrecer una ciudad, la ciudadanía cuente con alternativas que favorezcan su salud física y psicológica. Una ciudad con zonas verdes tendrá presumiblemente habitantes que disfruten de ellas. Por el contrario, una ciudad llena de bares, casas de apuestas o bibliotecas cerradas durante el fin de semana contribuye a 'invalidar' al individuo y, en casos extremos, fomentar su afición a prácticas de ocio perniciosas que lo introduzcan y lo mantengan en los márgenes de la precariedad, material e intelectual.

Aquello del paternalismo suena rancio. Prefiero referirme a la idea de Responsabilidad Social Pública (RSP) que, en principio, podríamos interpretar desde dos perspectivas. Por una parte, como aquella responsabilidad que recaería sobre la Administración Pública a la hora de fomentar prácticas en materia de Responsabilidad Social Corporativa (RSC). Se trataría de impulsar iniciativas que informen sobre el significado de la RSC, y que faciliten el encuentro entre diferentes actores -empresas, organizaciones sin ánimo de lucro, instituciones educativas, sociedad civil- para favorecer su desempeño. Por otra parte, la mención a la RSP se referirá a la práctica efectiva de la responsabilidad social que compete de manera directa a la propia Administración. Es decir, se trataría de un ejercicio de coherencia por el cual las administraciones integren los principios de responsabilidad en sus propios sistemas de gestión y en su relaciones con terceros (sus grupos de interés).

Un inciso, una nota técnica justo aquí, a mitad del texto: los llamados informes no financieros (o las memorias de sostenibilidad) que elaboran las empresas en virtud de la RSC, comprenden: a) identificación y diálogo con sus grupos de interés (aquellos individuos o grupos a los que afecta su actividad, y que de manera recíproca influyen en la empresa), b) análisis de materialidad (identificación, con la participación de los grupos de interés, de aquellos aspectos relevantes, a reflejar en la memoria). Si la Administración fuera una empresa, debería consultar con su principal grupo de interés, la ciudadanía, aquellos aspectos a valorar, del pasado, del presente, así como propuestas de futuro: ¿quiere/necesita el ciudadano 30 o 300 kilómetros de carril bici?, ¿deseamos pasear por zonas verdes o sentarnos en plazas asfaltadas sin sombra y con bancos sin respaldo?, ¿centros comerciales o comercio de barrio? Consensuar, identificar, priorizar, poner en práctica.

Teniendo en cuenta además el contexto de desafección y cuestionamiento del desempeño de la función pública, la incorporación de estrategias de Responsabilidad Social Pública contribuiría a la configuración de una sociedad más justa, y vincularse con los conceptos de transparencia, participación ciudadana, igualdad o ética política. Una idea en consonancia con el mantra que repite la importancia de la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible, y que sería motivo de celebración que trascendiera el coto privado de la Academia, y se concretara en alianzas entre gobiernos, sector privado y sociedad civil.

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