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Hace unos veinte años, Miguel Ángel Cámara, alcalde de Murcia, me llamó para consultarme sobre la posibilidad de comprar el Teatro Circo Villar. Fue el principio de una buena amistad. Aunque los auténticos artífices de la rehabilitación fueron Vicente Pérez Albacete y Paco Leal, qué ... duda cabe que algo aporté, siquiera fuera el sentido que podría tener un segundo teatro en Murcia. Creo que todos los implicados en aquella aventura nos sentimos orgullosos. El Teatro Circo, que cambió su apellido Villar por el de Murcia, es hoy un referente imprescindible en la vida cultural de nuestra ciudad. Lo dicen galardones y reconocimientos de dentro y fuera de la Región.
Hace unas cuantas semanas, me enteré por los medios de comunicación de que los actuales dirigentes del municipio se están planteando la posibilidad de hacerse con el Cine Rex, que es lo mismo que decir con el Teatro Ortiz, el local dedicado al séptimo arte con más pedrigrí de la capital. Hagamos un breve repaso a su historia. Murcia, en 1914, a pesar de contar con dos grandes teatros (el Romea y el Circo) abrió un tercero gracias al empresario local Daniel Ortiz. El Teatro Ortiz aprovechó una especie de cobertizo provisional situado entre Vara del Rey y Rambla, de perímetro irregular que proporciona ese extraño saliente que tiene la calle desde que se pusieron los primeros ladrillos. Este nuevo teatro significó una leal competencia a Romea y Circo, que por entonces no andaban en sus mejores momentos. El Ortiz programó comedias, zarzuelas, operetas, bailes, acróbatas, dúos cómicos, adivinos..., todo lo que fuera más popular, basándose en el modelo del teatro por horas: de tres de la tarde hasta bien entrada la noche, había un continuo cambio de programa. El cine se anunciaba como 'teatro filmado', siendo un ingrediente más de la enorme variedad de géneros que acogía. Por entonces, Murcia era la sexta ciudad española, solo por detrás de Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla y Málaga, con una población que superaba los cien mil habitantes. Por eso pudo sostener tres teatros en esos años.
El auge del cine fue poco a poco decantando su actividad hacia las películas. En 1929 cambió su nombre por Central Cinema, y en 1946, tras una profunda remodelación, pasó a ser Cine Rex, ya gestionado por la empresa Iniesta. Como todos los grandes cines, terminó cayendo en la batalla del minicine y la maxipantalla de televisión. En 2019 cerró, tras más de un siglo de vida, dando lugar a una cadena de rumores sobre el qué será de él.
Por lo que he oído y leído, no está claro el futuro del Cine Rex. Como sucediera con el Circo, las grandes, y menos grandes, sociedades se han interesado por él: supermercados, espacios para la gimnasia o el fitness, oficinas, empresas varias, han puesto sus ojos en un lugar emblemático y en pleno centro de la capital. Normal. Siendo, como es, de propiedad privada, sus dueños pueden hacer lo que quieran... dentro de un orden. He preguntado a Siri si es Bien de Interés Cultural y se ha callado. Si no lo es, habrá que hacerlo, ¿no? Porque, al margen de ideas y proyectos para dotar de contenido tan emblemático lugar, lo primero que debe quedar claro es si interesa como espacio para la cultura o no. Hace veinte años, sí que importó adquirir el Circo y hacer de él una valiosa alternativa al Romea. Ahora, no sé...
La prensa de hace un siglo se preguntaba por el contenido que debería tener un tercer teatro en Murcia. Es lo mismo que me pregunto hoy. Más que por su contenido, por qué proyecto debería asumir un espacio así en el siglo XXI. No se trata de comprar por comprar, de hacer gestos al ciudadano, de quedar bien. El Rex no tiene escenario; se le quitó en una de sus reformas para cine. Las pantallas no necesitan profundidad, sino que facilitan más filas de butacas. No tiene camerinos. Los últimos dos palcos que quedaban como referencia de su historia desaparecieron en la última reforma. Lo sé bien. En 1972 llevé al TEU de Murcia al Rex para representar 'El mono peludo', de O'Neill. El Ayuntamiento nos acopló un tablado delante de la pantalla. Los intérpretes se cambiaron en los aseos. Fueron dos noches mágicas, que recordaron al viejo Teatro Ortiz.
Ánimo a quien competa hoy lidiar ese toro. Siempre será bien venido un espacio más para la música, el teatro y la danza. Con un proyecto detrás.
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